11/10/11
Ferrocarril: ¿Todavía se mueve?
Uno de los enigmas más sorprendentes de la Argentina contemporánea lo constituye el aniquilamiento del sistema ferroviario nacional; uno de los medios de transporte, de carga y pasajeros, preferenciales en todo el mundo.
Aquí, se arrojaron las vías sobre las carreteras para uso de multitudinarios ómnibus y camiones de altísimo porte, que complejizaron dramáticamente la circulación. Vehículos de envergadura se acumularon sobre precarias rutas que fueron convertidas en verdaderas trampas mortales; en la principal causa de muerte en el país.
El golpe de gracia ocurrió durante el menemismo, cuando, en lugar de modernizárselos eficientemente, se los dejó precipitarse en una profunda decadencia, acompañada por el lema supletorio: línea que produce déficit, se cierra. Se abandonó todo a la buena de Dios. Casi no quedó una estación en pie. El sistema, entero, fue saqueado.
Quienes conocieron el servicio ferroviario en pleno funcionamiento lo evocan con justificada nostalgia. Y, paralelamente, recuerdan los tiempos en que estuvieron al frente los ingleses. Sin duda, estos lo aprovecharon, sacándole el máximo rédito, como embudo hacia los puertos para exportar materias primas. Aunque también, complementariamente, brindaron y obtuvieron beneficios de su uso social.
"¡Ah, cuando eran de los ingleses!", solemos lamentarnos. Del mismo modo podría pensarse que, si se hubiera prolongado el virreinato, hoy también tendríamos unos ferrocarriles excelentes. Porque el ferrocarril, en toda Europa, constituye un sistema modelo. Y ello, en medio de una geografía dominada por cadenas montañosas que requirieron enorme cantidad de túneles y vías en altura.
Hoy, cuentan con una gama completa y eficiente de servicios, desde el tren bala a otros más económicos de corta y larga distancias. Y, junto a las vías, o en similares direcciones, un sistema vial modernísimo y de gran amplitud. Lógicamente, se priorizaron los beneficios sociales antes que las apetencias y conveniencias sectoriales.
Días atrás, desde nuestra ciudad, se experimentó un viaje al Alto Valle, con la esperanza de reactivar servicios. Es un pequeño aliento para recuperar una gran meta. Resulta incomprensible que, contando con un escenario incomparablemente más beneficioso que el de Europa (una planicie casi absoluta), sin necesidad de túneles ni de recursos especiales para superar áreas montañosas, nuestro ferrocarril haya fracasado brutalmente.
Sigue sorprendiendo que, a pesar de la dramática situación que plantea hoy la circulación vial, en ningún sector de gobierno se haya considerado seriamente la rehabilitación ferroviaria. ¿Qué intereses tan poderosos predominan para prolongar tal situación? Cabe esperar que este pequeño aliento que implica la mencionada experiencia al Alto Valle sea un punto de partida para llegar a la imperiosa recuperación del sistema ferroviario. (La Nueva Provincia / Bahía Blanca)