13/09/21
Los Trenes en La Pampa
En este artículo abordamos aspectos vinculados a la cultura del proletariado ferroviario, que en La Pampa ha dejado su impronta en la memoria histórica de varios de sus asentamientos urbanos.
Cuando comenzaba el período de mayor crecimiento de la red argentina de ferrocarriles, el 20 de junio de 1887 tuvo lugar la creación de un sindicato pionero de trabajadores ferroviarios, bajo el nombre de La Fraternidad. Como institución gremial del personal de conducción de locomotoras, su gestación se dio bajo influencias ideológicas socialistas, siguiendo un modelo de organización central. Sus afiliados, que incluían a maquinistas y fogoneros, se caracterizaban por ser trabajadores con estabilidad laboral, funciones jerarquizadas, y alto grado de instrucción evaluado por pruebas de idoneidad. El resto de los trabajadores ferroviarios, que incluyeran personal de tráfico, vía y obras, talleres, depósitos y administración, luego de varios intentos de organización gremial dominados por el anarquismo y el sindicalismo revolucionario, durante las dos primeras décadas del siglo XX, logrará el objetivo de conformar un sindicato estable, al crearse la Unión Ferroviaria el 6 de octubre de 1922. Este último sindicato, al igual que La Fraternidad, adoptaría una estructura centralizada, pero con una mayor diversidad ideológica, una masa más amplia de trabajadores, y un nivel de instrucción heterogéneo entre sus afiliados, asociado a la gran variedad de oficios abarcados. Otros dos sindicatos de trabajadores ferroviarios lograrían su emancipación más tarde, al crearse el 5 de abril de 1957 la Asociación del Personal de Dirección de los Ferrocarriles Argentinos, y la Asociación de Señaleros Ferroviarios Argentinos el 18 junio 1958. Los gremios ferroviarios, debido a su destacada capacidad de organización, tuvieron un protagonismo muy importante marcando el rumbo en la evolución de los sindicatos en el país, y fueron promotores de iniciativas pioneras de ayuda mutua, cooperativismo y previsión social. Esto último condujo a que, los ferroviarios, fueran los primeros trabajadores de Argentina en contar con una ley jubilatoria.
Red ferroviaria.
La red de ferrocarriles de La Pampa llegó a contar con casi 1500 km de vías, y cerca de 100 estaciones. En 1891, Jacinto Aráuz fue su primera estación ferroviaria en recibir y despachar un tren en servicio regular, mientras que la última habilitada para ello fue Ingeniero Foster, en 1927. Todas las líneas ferroviarias que se construyeron en el territorio de La Pampa fueron de trocha ancha, salvo unas pocas secundarias de trocha mínima. Tales líneas surgieron como emprendimientos costeados por capitales de empresas británicas, entre las que se incluyeran Ferrocarril Bahía Blanca al Noroeste, Ferrocarril Oeste de Buenos Aires, Ferrocarril Sud de Buenos Aires y Ferrocarril Buenos Aires al Pacífico. Ellas se introdujeron en las regiones subhúmeda y semiárida de La Pampa, recorriendo ambientes de estepa graminosa y de bosque de caldén, de donde drenarían productos derivados de las actividades ganadera, agrícola, forestal y, eventualmente, minera. Al mismo tiempo, se constituyeron en el medio principal para la llegada de personas inmigrantes y manufacturas, siendo sus estaciones el origen de varios asentamientos urbanos en el recorrido del territorio. Con relación a la actividad gremial de los trabajadores de dichas líneas de ferrocarril, en La Pampa se concentró en cinco secciones sociales ferroviarias: Realicó, General Pico, Cayupán, Toay y Hucal. Las cuatro primeras compartían la característica de estar en sitios de convergencia de dos líneas distintas de ferrocarril. Una particularidad que destacó a Toay, es que incluyó a dos estaciones que fueran punta de riel. En cuanto a Hucal, involucraba una colonia ferroviaria de gran magnitud que, en La Pampa, fue segunda en importancia detrás de la de General Pico. Dichas secciones sociales eran compartidas por los sindicatos La Fraternidad y Unión Ferroviaria.
La actividad social
En las secciones sociales ferroviarias, los sindicatos disponían de un espacio físico de encuentro para los trabajadores, en su tiempo libre. La actividad gremial en ellas trascendía lo laboral, y podía llegar hasta la creación de entidades con fines sociales. Ejemplos de estas iniciativas, en la sección General Pico, fueron la apertura de la “Sociedad de Socorros Mutuos Ferroviarios Unidos”, una sucursal de la “Cooperativa de Empleados y Obreros Ferroviarios de los Ferrocarriles Oeste y Midland”, y una biblioteca popular con sala de lectura. Para los sindicatos ferroviarios, la cultura de la lectura era fundamental para la instrucción del proletariado, y evitar que el ocio se volcara hacia el vicio lúdico y el alcoholismo. A este último propósito también contribuyó, por iniciativa de trabajadores del ferrocarril, la creación de entidades deportivas, como por ejemplo el Club Ferroviario de Hucal. Las novedades que acontecían en las secciones sociales ferroviarias, a lo largo del país, eran corrientemente informadas a través de las revistas La Fraternidad y El Obrero Ferroviario, publicaciones periódicas oficiales de los sindicatos La Fraternidad y Unión Ferroviaria, respectivamente. Esas comunicaciones escritas daban cuenta de eventos tales como la celebración del aniversario del sindicato, la despedida de compañeros que se trasladaban a otra sección ferroviaria, el homenaje a compañeros fallecidos, accidentes de trabajo, denuncia de incidentes relacionados con el maltrato a los trabajadores por parte de sus supervisores, la actividad mutual, o el funcionamiento de bibliotecas y escuelas técnicas. Las fiestas de conmemoración del aniversario de creación del sindicato eran muy populares en las secciones sociales, e involucraban a las familias de los trabajadores ferroviarios, como así también a otros habitantes de la localidad. Durante ellas se organizaban grandes comidas y bailes, siendo común que hijas e hijos de los trabajadores amenizaran tales eventos recitando poesías o entonando canciones.
Una heroína
Históricamente, el ferrocarril ha sido un espacio laboral atado a la hegemonía masculina, ya que se imponía el modelo social del varón como sostén económico de su familia. Además, las mujeres tenían restringido el ingreso al campo laboral ferroviario, a consecuencia de un imaginario preponderante de virilidad, que contemplaba la esencialidad de la fuerza física de los varones en las tareas del sector. Sin embargo, las mujeres cobrarían un gran protagonismo a partir del comienzo del siglo XX, al tener una participación activa en las épicas huelgas que sus maridos ferroviarios llevaron adelante, reclamando por mejoras de salarios y condiciones de trabajo. Tan involucradas estuvieron esas mujeres, en tales medida de fuerza, que las publicaciones de los medios de prensa nacional hacían mención de ellas como “las huelguistas ferroviarias”. En 1959, mediante un artículo publicado en la revista La Fraternidad, se comunicaba el reciente fallecimiento de la Sra. Adela María Pellegrini, y se destacaba la figura de dicha mujer, como una heroína en La Pampa para el proletariado ferroviario de General Pico. Siendo la esposa de Anacleto Pereyra, reconocido afiliado de la Fraternidad, ella se distinguió como una valiente activista en los difíciles momentos vividos en las huelgas ferroviarias de 1912 y 1917. Durante los episodios de huelga, desde su hogar colaboró solidariamente preparando comidas, facilitando la organización de reuniones y alentando a los camaradas de su marido a la lucha por las justas reivindicaciones. De la huelga general ferroviaria de 1917 le quedaría el mote de “la madre de los ferroviarios”, y para los trabajadores que la conocieron en General Pico, permanecería grabada para siempre la frase que Adela solía proferir en el fragor de la lucha, con referencia a su hogar: “aquí no tienen entrada los carneros”. Su compromiso social la llevó a realizar obras filantrópicas como la fundación de la Escuela Complementaria y Técnica del Hogar General Pico, cuyas autoridades le otorgarían un reconocimiento público por ello en 1927.
Acciones educativas
En 1908, desde la revista sindical La Fraternidad comienza a difundirse el lema “en cada sección, una escuela”. Dicho mensaje bajaba de la cúpula de la organización gremial, con referencia a la intención de que, desde el sindicato, se brindara capacitación a sus asociados a través de la apertura de escuelas técnicas en cada sección social, a lo largo del país. En este sentido, se instaba a los maquinistas experimentados a dedicar parte de su tiempo de descanso, a los fines de actuar como instructores en tales escuelas de La Fraternidad, contribuyendo a la preparación de sus colegas fogoneros para afrontar su examen de idoneidad en la conducción de locomotoras. Se gestaba así un sistema de capacitación, en el que las empresas ferroviarias quedaban al margen de la función de formar al personal de conducción de sus locomotoras. La primera de estas escuelas, en el país, fue la de Las Flores en provincia de Buenos Aires, inaugurada en 1908. Durante la década comenzada en 1960, estas escuelas técnicas seccionales llegarían a un número de alrededor de 200 en el país. En La Pampa, fueron cuatro las escuelas técnicas de La Fraternidad que tuvieran actividad. En 1921 se creó la primera de ellas en la colonia ferroviaria de Hucal, inaugurándose más tarde la Escuela Técnica “Juan Dalton” de la estación Cayupán en la localidad de Catriló (1926), la Escuela Técnica “La Pampeana” en General Pico (1927), y la Escuela Teórica y Práctica “Miguel Angel Chechi” en Realicó (1929). Estas escuelas funcionarían con el auxilio de una unidad de biblioteca que, en algunos casos se había creado con anterioridad, como en las secciones sociales de General Pico y Realicó, y en otros debía comenzar a organizarse.
Escuela técnica
Hace justo 100 años, tuvo lugar la creación de la Escuela Técnica y Biblioteca de Empleados Ferroviarios Hucal. En 1936 se reformó su estatuto y, por resolución de asamblea, se le cambió su nombre por el de Escuela Técnica y Biblioteca “Benigno Paredes”, en homenaje a quien fuera socio-fundador de tal entidad y falleciera en 1932. La escuela, como otras de la red ferroviaria argentina, se financiaba mediante cuotas mensuales de socios pertenecientes al gremio La Fraternidad, mientras que otros ingresos podían provenir de rifas y donaciones. Su funcionamiento estaba bajo la gestión de una comisión administrativa, elegida por asamblea social. En la escuela, al aspirante a maquinista se le brindaban cursos para adquirir conocimientos sobre aritmética, aspectos técnicos del material de tracción y normativa ferroviaria, los que serían objeto de evaluación en su examen de idoneidad, además de sus habilidades para la lecto-escritura en idioma castellano y, por supuesto, la conducción de locomotoras y revisión de sus componentes mecánicos. Como elementos didácticos, la escuela contaba con piezas de locomotoras, maquetas, cuadros y material bibliográfico. Su biblioteca llegó a contar con algo más de 200 libros de texto entre los que, además de aquellos de carácter técnico ferroviario, se incluían otros sobre temas que aportaban a la instrucción general. Según testimonio del conductor de locomotoras retirado Jorge Boix, el funcionamiento de la escuela técnica de Hucal, de la cual fuera socio como trabajador activo, se habría extendido por casi medio siglo. El recuerda que, en 1972, cumplió con la tarea de trasladar, hacia la estación Villa Iris, el mobiliario y útiles pertenecientes a las instalaciones de dicha escuela, cuya actividad había cesado pocos años antes.
Reestructuración ferroviaria
Habiendo sido un elemento muy importante para el progreso del país, el sistema ferroviario argentino quedó inmerso en un período de debacle sostenida, durante la segunda mitad del siglo XX. Ello ocurrió por la aplicación de políticas de ajuste estructural asociadas a un contexto económico neoliberal, que llevaron a un desguace histórico de la red de ferrocarriles del país. Para la provincia de La Pampa, esto significó que alrededor del 75 % de su red de vías férreas dejara de operar. Ese enorme deterioro de la estructura de transporte ferroviario trajo aparejado, también, un proceso sistemático de disolución de comunidades laborales, dando origen a lo que algunos denominan un genocidio cultural. La comunidad ocupacional ferroviaria, con su identidad cultural forjada alrededor del sindicato, la familia y el territorio habitado, y con sus fuertes lazos de reciprocidad con el colectivo social ligado a las actividades agrarias, fue una víctima importante de ello. Se destruyó, así, una red de espacios para la sociabilización, que se basaba en la intercomunicación de distintos asentamientos urbanos a través del servicio de ferrocarril. Como consecuencia de ese proceso de fuerte impacto, tanto por las pérdidas materiales como simbólicas, hubo pueblos que fueron sometidos al olvido y la desaparición. Mostrando su capacidad de resiliencia ante tal escenario, en la provincia de La Pampa todavía siguen activas las seccionales de General Pico de los sindicatos La Fraternidad y Unión Ferroviaria, que a través de las prácticas de sus afiliados mantienen con vida la identidad cultural de su clase proletaria, así como el sueño de que el ferrocarril vuelva a tener un rol estratégico en el desarrollo de Argentina. Y esto nos lleva a recordar que, un día como hoy de hace 164 años, también latía un sueño de progreso al inaugurarse oficialmente el Ferrocarril del Oeste en Buenos Aires, para ser el primero en transitar territorio argentino. (La Arena)