31/08/18
El tren y el fútbol, dos pasiones de multitudes
Crónica de un accidentado viaje en tren, en el que las demoras despiertan las pasiones futboleras entre los pasajeros.
Me había propuesto esperar unas semanas, hasta que me embarcara rumbo a Montevideo, para leer “Los tesoros del Gasómetro”, un libro de pasión sanlorencista explícita que el periodista Pablo Calvo escribió a corazón abierto. Tal vez consideré ideal ese momento después de haber reparado en las comodidades del barco, la atmósfera calma que suele reinar entre los pasajeros y los vidrios oscuros de los ventanales, que retacean la vista del Río de la Plata. Pero la sangre azulgrana -mezclada con la tricolor de Deportivo Armenio- pudo más.
A las corridas en plena rutina semanal me dejé llevar por la tentación y devoré el primer capítulo durante un sufrido viaje en tren desde Floresta hasta Morón. El legendario Ferrocarril Sarmiento era un hervidero de voces quejosas y cuerpos apretujados a la hora pico y no quedaba más que esperar alguna declaración de guerra desde esas miradas inquisidoras, demasiado punzantes, que no se despegaban de la portada del libro. Una falla en las señales detuvo el convoy durante un largo rato en la estación Villa Luro y la atmósfera que se respiraba en el vagón se tornó decididamente hostil. La atención del lector obsesivo iba y venía entre las referencias del autor del libro al sacerdote Lorenzo Massa -el fundador del Club Atlético San Lorenzo de Almagro en 1908-, el tren inmóvil como una poco agraciada escultura de metal y los rostros desencajados de un puñado de compañeros de infortunio, que parecían a punto de descargar la bronca con el glorioso “Ciclón” y sus fieles.
No había lugar para esperar milagros, pero ocurrió lo impensado. El más fornido de los pasajeros que habían clavado la vista en la tapa del libro reveló su corazón “quemero” y, lejos de buscar pleito, habló maravillas de los cracks de San Lorenzo de todas las épocas y formó sin dudar el podio de los próceres de Huracán, con el “Loco” Houseman a la cabeza, flanqueado por el “Flaco” Menotti y el “Turco” Mohamed.
Un soplo de aire fresco pareció colarse en el vagón repleto. El tren arrancó y una fanática de Vélez recitó a grito pelado “Carlitos Bianchi, Chilavert y Cubero” mientras se abría paso a los codazos para bajar en Liniers. La “dinámica de lo impensado” -la genial frase patentada por el periodista Dante Panzeri para definir el fútbol- tuvo una derivación inesperada en ese tren cargado desde el primer vagón hasta el furgón de cola.
En el último tramo de mi trayecto, entre Haedo y Morón, la charla ya era una asamblea rodante a la que se habían sumado hinchas del “Gallo” de Morón -un nostálgico de Colombatti, los mellizos Romagnoli y el gran equipo de los 80-, Deportivo Merlo e Ituzaingó. El peligro de guerra se había disipado y daban ganas de seguir hasta Moreno. (Clarín)