22/08/17
146 años atrás, una ciudad entrerriana apostaba a los tranvías
El 21 de agosto de 1871, se publicaba el llamado a licitación para adquirir 3.500 durmientes destinados a los tranvías a caballo de Concordia. Aún hoy, en sus calles asoman las vías, tapadas por capas de asfalto.
En 1871 se registran los primeros antecedentes de la instalación de un servicio de tranvías a caballo en Concordia.
El 21 de agosto se llama a licitación para comprar 3.500 durmientes de ñandubay o algarrobo, siendo don Edelmiro Costa el representante de la empresa, que se denominaba 'Tramway del Comercio'.
Para 1874 el servicio ya se encontraba prestando sus servicios y en abril de 1875, el señor Manuel Marenco solicita al Concejo Deliberante autorización para construir un ramal del tramway que uniera su propiedad con el ferrocarril. Ese mismo mes, al visitar el presidente Avellaneda la ciudad, se utilizaron los carruajes del tramway para la concentración de alumnos, preceptores y profesores que le dieron la bienvenida.
Los tranvías en el centenario
Cuando Concordia festejaba el centenario de la Revolución de Mayo, en 1910, el servicio de tranvías tirados por caballos funcionaba a pleno. Las oficinas y galpones de la empresa que explotaba este servicio se encontraban en calle Entre Ríos, entre Las Heras y Pirovano.
Entre los socios de la empresa -destaca una reseña publicada por El Heraldo y firmada con las iniciales JMC- se contaba un italiano alto, rubio y muy bien parecido, a quien todos conocían por don Luciano, que se convirtió en un característico personaje de Concordia. Fue el último de los que manejaron la empresa y mucho después de su desaparición se produjo la paralización del servicio tranviario y su ulterior desaparición.
La línea tranviaria se iniciaba en el puerto, al pie del edificio de la vieja Subprefectura, saliendo por calle Sáenz Peña, entraba por Colón a Buenos Aires para llegar a Pellegrini. Por ésta hasta bulevar San Lorenzo, de donde continuaba hasta Entre Ríos para volver a Sáenz Peña y retornar al puerto. Algunos años después se tendió un complemento desde la esquina de la calle Entre Ríos hasta Alvear, para terminar en la esquina que daba frente a La Tablada.
Los coches para el servicio de pasajeros eran abiertos, con cuatro o cinco hileras de bancos que lo atravesaban a lo ancho. Sus respaldos eran movibles para adecuarlos al sentido de la marcha. A lo largo de ambos laterales del coche estaba el estribo de madera, para subir o bajar desde cualquiera de los asientos directamente a la vereda. A los costados, en la parte superior, se enrollaban las cortinas de lona, para usarlas como protección contra el sol o el mal tiempo.
Dos personas iban a cargo del tranvía; el que manejaba, es decir, el mayoral y el guarda, encargado de cobrar los pasajes. El conductor siempre tenía una corneta, con la que anunciaba la cercanía del tranvía.
Había otro tipo de tranvía que se utilizaba en días de mal tiempo. Eran coches cerrados, construidos de madera y cinc galvanizado, con dos puertas corredizas, adelante y atrás y dos bancos de madera, uno a cada lado y a lo largo del vehículo.
Como la salida desde el puerto significaba sortear una pronunciada subida, una cuadra antes de las vías del ferrocarril el tranvía era esperado por un muchacho a caballo y su cuarta de cadena, para ayudar al vehículo cargado a llegar hasta calle Buenos Aires, donde otro cuarteador facilitaba la llegada hasta Pellegrini.
Estos vehículos de la Concordia de antaño, circularon por las calles del recuerdo y la añoranza de muchos que hoy ya no están, pero que han dejado el legado cultural para las generaciones venideras (Archivo General de Entre Ríos y El Heraldo)