08/05/17
La llegada del primer tren a Bariloche
- 5 DE MAYO DE 1934 –
El proyecto del ministro Ezequiel Ramos Mexia había sido aprobado en 1906. Los trabajos en San Antonio Oeste comenzaron hacia fines de 1908. En 1913, la punta de riel estaba en Maquinchao; en 1916, llegaba el tren al actual Ingeniero Jacobacci. Recién en 1925, el ferrocarril alcanzaba Pilcaniyeu y, en mayo de 1934, finalmente, se producía el histórico arribo al pequeño poblado a orillas del Nahuel Huapi.
Durante todos esos años, abundaron las peripecias. Problemas reales y concretos, como la falta de agua, la topografía, la dureza de los suelos, y condicionantes políticos de todo tipo: desde cambios de autoridades hasta miradas geopolíticas absolutamente opuestas entre quienes debían tomar las decisiones y asignar los presupuestos. Países en pugna, dentro de un mismo país: nada nuevo.
Pero un día, el tren llegó. Y ese día, el vecino Raúl Carlos Sunkel estaba entre los presentes. Muy niño aún, nervioso entre sus padres, fue retratado por el fotógrafo oficial y vivió el orgullo de identificarse a sí mismo en la tapa del diario La Nación, que publicó el acontecimiento 22 días después. En medio de la multitud, que había dejado desierto el pueblo, estaba él.
“Un acontecimiento” -decía el diario porteño-. “Recientemente llegó a Bariloche la primera locomotora de la línea férrea que unirá esa localidad con Buenos Aires, constituyendo este acontecimiento una verdadera fiesta local. Momentos en que, en medio del pueblo congregado en la explanada donde será levantada la estación terminal, llega el convoy con los jefes de la construcción de la línea.”
Pero Raúl Sunkel tenía sus propias impresiones, más íntimas y personales, que gustaba comentar incansablemente, hasta su fallecimiento en 2009.
Después de esa fecha, María Elena Albino, esposa de Sunkel, sorprendió un día a Antonio Pavlovcic, propietario de una conocida agencia de viajes y apasionado de las cosas de Bariloche, con un regalo. Era el original enmarcado de la primera plana de La Nación con la llegada del tren a la ciudad, y que hasta entonces había engalanado, como muestra silenciosa del orgullo de Raúl, alguna de las paredes de la vivienda familiar en la calle España.
La fotografía del cuadro en cuestión, que hoy se luce en la oficina de Antonio, es la que acompaña estas líneas. (El Cordillerano)