22/04/13
Abandono y estafa en la "patria subsidiada"
La tragedia de Once fue en vano, porque se ha proseguido con el sistema de concesiones en la prestación de los servicios de pasajeros y carga, la "patria subsidiada". La estafa a la ciudadanía se ha perfeccionado a través de la creación de "unidades de gestión operativas" en el Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA), a partir de las cuales siguen gozando de las rentas que dejan los subsidios las empresas Ferrovías (Romero) y Metrovías (Roggio), sin ningún tipo de contraprestación de capital y, además, exentas de toda responsabilidad laboral o por accidentes. La Secretaría de Transporte ha publicado los subsidios otorgados en el último año, pero sigue ocultando la ganancia empresaria. Aun manteniendo bajas las tarifas de "un servicio en emergencia", los diez años de kirchnerismo han expulsado sistemáticamente a miles de ciudadanos del ferrocarril. Pasando por alto la continuidad de la ausencia de los trenes interurbanos, los indicadores de la autoridad regulatoria CNRT permiten señalar que ante la comparación 2003/2012 de los pasajeros transportados pagos, las siete líneas ferroviarias en promedio han dejado afuera a más de un 25% de pasajeros en el AMBA. Como contrapartida, las transferencias públicas a estas concesionarias en concepto de subsidio han crecido en promedio un 35% anual desde 2003. El ciudadano sabe que la corrupción mata y que la inseguridad cotidiana es hija de la corrupción. En un año se han sucedido al menos diez siniestros importantes, que han dejado el saldo de ochenta y cuatro personas heridas de diversa gravedad. Todos ellos -incendios, choques, descarrilamientos- son también producto de la negligencia, la codicia y la rapiña de los actuales socios operadores, Ferrovías y Metrovías, que explotan individual y conjuntamente el servicio ferroviario de pasajeros del AMBA. Después de 22 años de concesiones, la negligencia y la irresponsabilidad de todos los gobiernos han sido tales que no se ha realizado auditoría alguna del inventario del millonario patrimonio ferroviario que se les entregó en uso para determinar cuánto de lo que se concedió aún queda y en qué condiciones se encuentra ese patrimonio. La realidad cotidiana del usuario es contundente: el maltrato y el desprecio por la vida se encuentran intactos y se seguirá en ese derrotero hasta que no se erija un ferrocarril del Estado gestionado y controlado con ética pública por funcionarios, trabajadores ferroviarios y usuarios, es decir, pasajeros y productores que transportan cargas. (La Nación)