12/10/12
Ni el tren fantasma podrá pasar por La Encantada
Sin rieles ni estaciones operables, Leales fue borrado del mapa ferroviario. Varios apeaderos y escalas de ese departamento, por el cual atravesaba el ramal C-10, ya no existen. Las pocas estaciones que siguen en pie se utilizan como viviendas. Los trenes solo perviven en el recuerdo o en la imaginación.
Hoy ya no crecen flores suicidas entre los carriles. La única opción es apelar a la imaginación o al recuerdo. No hay andenes ni vías. Cuesta creer que por allí, alguna vez, pasaban trenes. Ese es el aspecto que ofrece hoy La Encantada, en el ingenio Leales, como tantos otros lugares que fueron estaciones o apeaderos ferroviarios y que hoy apenas viven en la memoria de algún longevo habitante de la zona.
Aunque apenas transcurrieron tres décadas desde que el ramal Pacará-Las Termas de Río Hondo fue literalmente borrado, es complicado descubrir vestigios.
Después de dejar atrás El Bracho se accede a la ruta provincial 321. Un par de kilómetros hacia el oeste se encuentra la rotonda del cruce con la 306. Por esta última se encara hacia Quilmes o Palá Palá. Pero al obviarse el ingreso a la 322, unos 300 metros hacia el sur, por la 306, se encuentra el acceso a La Encantada,
Un arco sobre dos columnas de hierro sostiene un cartel que dice "Bienvenidos al ingenio Leales". Desde allí hay que internarse 800 metros, atravesar por el costado de la fábrica azucarera y detrás de ella se puede ver la ex estación La Encantada o lo que queda de ella. Hoy es una vivienda donde reside la familia Argüello.
Vivienda y criadero
"Aquí tomaba el tren para viajar a la ciudad. La vida era diferente entonces. No solo el tren de pasajeros paraba, también pasaban las formaciones que iban o venían con caña de azúcar o que trasladaban a los trabajadores del ingenio. A partir de 1960 comenzó a operar el coche motor. Era más rápido que la formación tradicional", evocó Miguel Carranza, de 67 años, nativo del lugar. Las puertas y techos de la estación son originales. La playa de maniobras transmutó en criadero de pollos y de cerdos. No quedan ni vestigios de lo que alguna vez fue la boletería, y lo que era la galería ahora hace de comedor de diario de los Argüello. Algunos rieles que fueron extraídos del otrora trazado sirven de parantes para una suerte de pérgola que la familia hizo al costado del desvencijado edificio.
La Encantada perdió su encanto de estación ferroviaria de estilo. Lo permutó por la calidez de casa de familia. Su principal morador, Sergio Argüello, no se encontraba en la vivienda cuando LA GACETA visitó el lugar. Uno de sus hijos, homónimo del padre, poco pudo explicar sobre ella.
Según algunos lugareños, la estación se inauguró en 1915 junto con "sus hermanas" de Santa Rosa de Leales y Villa de Leales. Y lleva el nombre de una antigua finca. En esas tierras también se habría erigido el ingenio Leales.
Una puja despareja
Así como a veces pensamos quién pronunciará nuestros nombres por última vez, también por allí corrió un tren por última vez. Lo irrefutable es que por esos paisajes nadie volverá a disfrutar de la música de los rieles con la mirada a través de la ventanilla. Tampoco podrán soñar con el regreso del tren. Porque ni el tren fantasma podrá pasar. El C-10 ya no existe. Aunque la esperanza siga vigente y la realidad contraste con ella. Es una puja despareja. Como una lucha de gente pequeña contra temibles y supuestos invencibles gigantes. Algo así como un canto a la defensa de unos ideales que ya se empiezan a considerar trasnochados en un mundo cada vez más globalizado. (La Gaceta)