12/08/12
Vicente Julio López Goya, migrante español y ferroviario
Arribó a Neuquén en la primera mitad del siglo XX. Fue secretario de la Asociación Española, socio vitalicio de la Unión Ferroviaria y tesorero del Club Pacífico, entre otros cargos y ocupaciones.
Siempre hacemos alusión a la manera en que Neuquén se fue convirtiendo de un pequeño y solitario villorrio a la populosa urbe de hoy. El proceso de urbanización se dio, paulatinamente, por el arribo de migrantes, por el impulso de la llegada del ferrocarril, por las oleadas pedagógicas y por el asentamiento de Gendarmería Nacional, Ejército, como las causas más relevantes.
Vicente Julio López Goya había nacido el 12 de abril de 1903 en Bilbao, Provincias Vascas, y arribó a nuestro país con tan sólo 9 años. Los primeros que llegaron a costas argentinas fueron su hermana mayor, Mercedes, y su esposo Pío. Vicente arribaría poco después junto a su mamá y sus hermanos. Se instalaron en Quilmes, para luego mudarse al barrio de Flores.
Un día en que Vicente caminaba por la Estación Ferroviaria de Quilmes, entabló conversación con un señor inglés que tenía un puesto en la Estación (por aquellos tiempos, el ferrocarril estaba en manos de los ingleses). El británico le ofreció trabajo. Así comienza la relación de Vicente con el ferrocarril, un 13 de abril de 1918, una historia que se haría presente a lo largo de su vida y que se nutriría de innumerables anécdotas.
Ferrocarril y familia
A través del trabajo en el riel, Vicente llegó a la región, fue trasladado a Stefenelli, localidad cercana a General Roca, y destinado a vivir en la pensión propiedad de María Blanco de Pérez, esposa de Eugenio Pérez, también ferroviario.
Quiso el destino que Vicente conociera en la pensión a María Ángela, hija del matrimonio. El amor que pronto nació fue consagrado en boda el 8 de septiembre de 1934.
Pero sabemos, las labores ferroviarias eran más bien nómades. Al poco tiempo, la familia se mudó a Ingeniero Huergo. Poco después, en General Roca nacerían sus primeros dos hijos: Oscar ("Bubi") y Néstor ("Bochi").
El hijo mayor siguió los pasos de su padre, en la Superintendencia de Tráfico del ferrocarril en Neuquén.
Cuando sólo tenían al hijo mayor, Bubi, se fueron a vivir a Bahía Blanca por el término de catorce años.
En ese ir y venir que significa el trabajo ferroviario, volvieron a nuestra región en 1948, esta vez a la capital neuquina. Se instalaron en la calle La Rioja al 400, hasta que compraron el terreno en Catamarca 265 (hoy Brown) e hicieron su casa. Fueron vecinos de Oscar Arabarco, aquel recordado hombre de salud. Aquí, en Neuquén, nació Graciela, la menor de sus hijos. Todos ellos les dieron 9 nietos y 7 bisnietos.
Una parte de la historia
Vicente fue siempre de espíritu inquieto. Tal es así que después de jubilarse del ferrocarril en 1959, este “español hijo de Neuquén” se mantuvo extraordinariamente en actividad y realizó distintos trabajos: se desenvolvió en la Dirección de Trabajo y Previsión, en la fábrica de fideos San Martín, ubicada sobre Ruta 22 a la altura del barrio Confluencia, ofreció sus conocimientos contables al mercado mayorista de frutas y verduras de Giménez Navarro, que se convertiría, luego, en el recordado supermercado El Viejo Almacén, y en la cooperativa frutícola La Flor, en Centenario, localidad donde vivieron con la familia durante un año.
En esta nutrida miscelánea de tareas y ocupaciones emprendidas, Vicente fue, además, secretario de la Asociación Española (foto en esta página) cuando era presidente Félix Giménez, candidato a concejal en la primera candidatura de Felipe Sapag (cargo que no pudo ocupar por el golpe militar); fue impulsor, junto a su esposa y al matrimonio Osés, de la comisión del Hogar Hermanitas de los Pobres, integrante de la Comisión Directiva del Club Atlético Pacífico en diversas responsabilidades, y delegado del equipo de judo (el neuquino fue el primero de la Patagonia) del cual fue presentador el reconocido periodista deportivo y también ex ferroviario Tito Herrera.
Anécdota
Hace unos años, Vicente fue entrevistado junto a otros personajes emblemáticos del Neuquén de ayer. Con notable capacidad narrativa, el versátil español contó que “en la Avenida Argentina no existía nada de los que hoy vemos, añoro la antigua gobernación, que era de madera y estaba donde hoy se encuentra el Monolito, frente al Palacio Municipal. Todo era totalmente distinto, hasta las experiencias eran distintas. Por ejemplo recuerdo un hecho cómico del cual fui protagonista en el año 1931. Siendo un profundo entusiasta del deporte me trasladé desde mi lugar de trabajo (en Challacó), en un tren petrolero para jugar un importante encuentro de fútbol. Yo era el arquero del Club Pacífico. Cuando llegué me comunicaron, ya en la misma cancha, que no me habían podido conseguir los botines. El árbitro hizo sonar su silbato, indicando la iniciación del juego; mi problema no encontraba solución, así es que me ubiqué en mi arco, con mi flamante par de zapatos de charol. Este hecho, sin duda insólito, aún queda en el recuerdo de aquellos que estuvieron presentes en la cancha".
Compartimos otro de los gratos recuerdos que Vicente plasmó en aquella oportunidad: “En mi primer viaje a Zapala, el tren pernoctó en Neuquén; esa misma noche nos fuimos, con los camareros hasta el Hotel Confluencia –querido lugar que estaba ubicado donde actualmente funciona el Banco de la Provincia del Neuquén-. No solamente comimos con el personal del tren sino también fuimos a la sala de cine, y proseguimos nuestro viaje hacia Zapala la mañana siguiente”.
Cuando era soltero y aún vivía en la provincia de Buenos Aires, en las distintas estaciones donde trabajó, en esas soledades, el inquieto Vicente se entregó a la escritura tanto en prosa como en verso. Algunos de sus escritos, rescatados por su hijo mayor, fueron publicados en diarios locales de la época. Es que Vicente fue también, un apasionado de las artes, no sólo de la literatura sino también de la música clásica, la pintura y la fotografía. El cultivo de estos lenguajes otorgaron sutiles pinceladas a su ser.
Ejemplo de las dotes literarias de Vicente es este material que compartimos con ustedes, proporcionado por su hija Graciela.
Diplomas y distinciones
Un periódico local, con fecha 21 de junio de 1973, daba cuenta de la siguiente primicia: “La noticia es social-deportiva y se trata de un hombre que a su paso por el deporte zonal, ya sea como integrante de la Comisión Directiva del Club Pacífico o del Tribunal de Penas de la Liga Neuquén, dejó siempre una estela de corrección digna de todo elogio.
Hoy, en la quietud de su hogar, cuando ha dejado la actividad deportiva y está gozando de una merecidísima tranquilidad, ya que también está jubilado de su actividad privada, recibe una de las satisfacciones más grandes que se pueden otorgar a un empleado: recibió un diploma y una conceptuosa carta por parte de las autoridades de la Unión Ferroviaria, entidad en la que milita gremialmente. En el primer documento reza: “Por cuanto el compañero Vicente López, socio número 15461, ha cumplido cincuenta años en las filas de la organización, se le acuerda la categoría de Vitalicio en reconocimiento a su lealtad sindical y a su colaboración en la permanente tarea de engrandecer la Unión Ferroviaria para hacerla cada día más fuerte y poderosa”.
Por su parte, en la carta puede leerse: “Con motivo de haber cumplido 50 años de militancia en las filas de la organización, como así también la actuación gremial que ha desarrollado, lo que sin duda configura un verdadero y especial motivo de satisfacción y orgullo, se ha dispuesto designarlo socio vitalicio”.
Los textos de ambos documentos fueron firmados por el presidente de la Unión Ferroviaria, Adolfo Medina, y por Raúl Ravitti, secretario.
Otro reconocimiento digno de mencionar que obtuvo Vicente es que la Dirección Nacional de Migraciones le otorgó el Diploma de Honor en octubre de 1977 “por haber brindado a la República Argentina más de cincuenta años de vida, de trabajo y afecto. Por haber venido hace más de medio siglo de su lejana patria con fe en esta tierra, y haberse quedado en ella constituyendo su grandeza. En acto de agradecimiento, se firma el presente para el interesado, para conocimiento de la colectividad y en prueba del reconocimiento de todo el pueblo de la nación argentina".
Vicente falleció el 15 de agosto de 1989, a los 84 años. Incansable, trabajó en la Asociación Española casi hasta el final de sus días. Un hombre ejemplar, los reconocimientos honran su memoria pero no bastan para abarcar la verdadera estatura humana y espiritual de quien dejó profundas y duraderas marcas por cada lugar donde la vida lo condujo. Un español que, traído por el ferrocarril, se integró a la vida cotidiana de la ciudad, engrandeciéndola. Las páginas de su vida nos traen, además, el aroma y los recuerdos del Neuquén de ayer.
“En medio de tanta quietud descuella un ser humano, que anda… por andar, como si un mecanismo de resortes lo obligara a ello.
Ostenta su cuerpo escuálido, encorvado bajo el peso de los sufrimientos, cubiertos por piltrafas de harapientas prendas. Es una mendiga. Lleva entre sus brazos una criatura ¡pobre! Mal cubierta por un trapo en cuya tierna cara ya se descubren las huellas dejadas por el hambre.
Se me acerca, tiende la mano implorando caridad. Yo, después de colocar entre sus huesosos dedos un papel de cinco pesos, sigo andando y pensando en esos dos seres.
Adivino su historia. Hela aquí:
Ella, joven hermosa, rodeada de comodidades, no siente falta de nada. El, joven también, elegante vive embriagado de amor y no piensa más que en complacer a su mujercita. Más tarde, él hace casos a sus amigos, se divierte, derrocha el dinero de su regular fortuna, y llega un día fatal en que empiezan las privaciones en familia.
Mas este hombre se embriaga, pero no de amor, como en otros días felices, sino con alcohol; muriendo poco después, idiota, en un hospital.
Así empezó el Vía Crucis para ella, implorando, de puerta en puerta, un mendrugo de pan para su hijo.
¡Nadie se comparece de la miseria humana!
Al verse así hubiera muerto de cualquier forma, pero ¿cómo dejar a esa pobre criatura abandonada en un portal?
¡No, eso no! Y aquí la tenemos, vagando por las calles, día y noche, ostentando su cuerpo escuálido, encorvado bajo el peso de los sufrimientos…
¡Pobre mujer, pobre criatura!
¡Cuán cruel es a veces el destino!
(Publicado en el Cine Universal en 1921)
A ti
Hay horas de sosiego y de venturas
en el largo trajín de mi camino,
horas que encierran gran ternura
alentándome a seguir en mi destino.
Horas felices, de recuerdos llenas,
en que alcanzó la dicha soñada,
tras la tempestad, horas serenas
en que te veo a ti ¡mi amada!
Dentro de la soledad, tu ausencia
me inspira y me entristece, juntamente,
y al pensar que llenas mi existencia
me pregunto ¿me amarás eternamente?
Y esas horas de paz donde me entrego
a recordar los juramentos que me has hecho,
me consuelan, al pensar que luego
de vencer una senda tan tortuosa,
ha de latir con más fuerza mi pecho
llamándote con toda el alma ¡Esposa! (La Mañana de Neuquén)