24/02/12
Urgente: se necesita un culpable
La instrucción fue dada por la Presidenta y así anunciada por el ministro Julio De Vido: el Estado se presentará como querellante en la causa judicial por la tragedia ferroviaria en la estación de Once. De este modo, el Gobierno pretende ser considerado una víctima del desastre . Para entenderlo fácil: las víctimas no pueden ser investigadas. Es una maniobra burda, si se quiere indignante, para intentar esconder la cuota de responsabilidad oficial en el episodio que costó 50 muertos. Es el atajo para buscar un culpable afuera , alguien a quien cargarle todo el luto gambeteando el costo político de la tragedia. Pero hay cuestiones que desafían el sentido común más elemental: ¿Se puede investigar a la empresa concesionaria del tren, aún al maquinista a quien la usina oficial de versiones señala como único responsable, sin investigar también a un Gobierno que, como es denunciado desde hace más de seis años, no ejerció los controles operativos que debía sobre la concesión de un servicio público que termina siendo escenario de la tragedia? ¿Pueden investigarse seriamente las responsabilidades por las 50 muertes sin poner bajo observación el mecanismo de adjudicación, control y destino de los subsidios multimillonarios, que permitieron mantener tarifas muy bajas y al mismo tiempo eludir las inversiones necesarias para dar calidad y seguridad a los usuarios? En esa fuga hacia adelante, mecanismo que muchas veces le resultó efectivo al Gobierno, se inscribieron las primeras, absurdas argumentaciones del secretario de Transporte el mismo día del desastre. Juan Pablo Schiavi, hay que recordarlo, habló de la “costumbre argentina” de ubicarse en los vagones de adelante para salir más rápido del andén hacia la estación, y de la perfidia del destino que quiso que el accidente no se hubiese producido el día anterior, que había sido feriado, como agravantes de la avalancha de muertes. Aunque quizá sea aún más curioso que los voceros informales del Gobierno hayan dicho ayer que la Presidenta había controlado personalmente toda la comunicación sobre el tema y que estaba encantada por el modo en que se habían conducido sus funciionarios. Nunca el que obedece ciegamente termina siendo demasiado diferente al que lo manda. Ayer, después del anuncio de De Vido, volvió a tener su turno en el micrófono Schiavi. Repitió conceptos del día anterior, excluyendo prudentemente las barrabasadas antes mencionadas. Y se sintió necesitado de defender el modelo ferroviario vigente , con fuerte participación del sector privado en ese amable viaje de ida y de retorno. Lo hizo al refutar, esta vez sin exabruptos, la editorial que firmó ayer el director del diario kirchnerista Tiempo Argentino . El periodista Roberto Caballero, sin duda llevado por sus fervores y por sus honestas convicciones, consideró que la tragedia de Once cerraba el que llamó “círculo del menemismo ferroviario” y reclamó que todos los trenes pasen a la gestión estatal. Schiavi le recordó, suavemente, que una cosa es el palabrerío del relato y otra cosa son los negocios. De paso, es interesante observar cómo desde sectores del cristinismo más duro se detectan recién ahora vestigios de menemismo en la gestión, después de los cuatro años de Néstor y los cuatro primeros de Cristina. Todo un hallazgo, la admisión en sí misma y el hecho de hacerla pública. Allí hay dos lógicas, la declamada para alimentar el relato y la efectivamente aplicada –incluyendo la reciente alianza con Menem– que parecen destinadas a entrar en colisión algún día. Otro dato de ayer fue que, después de un primer día de confusión, balbuceos y sensación de ausencia, hubo un esfuerzo notorio del Gobierno por situarse en el centro de la escena mediática de la tragedia. Temprano, Cristina mandó a dos ministros a decir cuánto habían hecho para ayudar y cuánto prometían hacer para seguir ayudando a las víctimas: Alicia Kirchner y Juan Manzur recitaron prolijamente sus libretos. Poco más tarde hablaron De Vido y Schiavi. Fórmula sencilla: las víctimas eran de todos, los méritos en el auxilio y la asistencia eran de ellos . Mauricio Macri tomó nota y al rato montó su propio tinglado de elogio a los funcionarios del SAME, Defensa Civil y hospitales, bajo jurisdicción del Gobierno porteño. Las cosas en su lugar: fue un merecido tributo a esas mujeres y hombres anónimos que -igual que los polícías y bomberos que dependen del Gobierno nacional- se metieron hasta la verija en las entrañas del horror para ayudar a otros como ellos, sin pensar a quién se le podía caer un voto. (Clarín)