14/09/20
De Madrid a Buenos Aires: el amianto, una ubicua «pandemia» cancerígena que ha dejado un rastro largo
Desde 1992 el Metro de Madrid ya conoce del amianto en su red, pero lo oculta hasta el año 2017 cuando fallece su primer trabajador. En el 2011 la ley ya prohibía comercializar productos con este material tóxico. Sin embargo, Madrid logra vender trenes con amianto a Buenos Aires.
Placas, fibrosis pulmonar, cáncer de pulmón, de laringe y ovario, mesotelioma maligno pleural… Lo que a primera vista parece un diccionario de patologías, en realidad representa una lista de enfermedades causadas por la exposición al amianto, un material tóxico muy utilizado entre los años 70 y 90, también llamado asbesto. Muy apreciado por sus propiedades fibrosas e ignífugas.
«Consideramos que es una pandemia, porque el amianto al fin y al cabo es un material ubicuo, se utilizaba muchísimo en la construcción y en determinadas industrias, pero no podemos perder de vista que el amianto se utilizó ampliamente sobre todo aquí en España en la década de los años 70 y 80. España no es un país productor del amianto, no tenemos amianto, pero lo importábamos cuando para los usos que se hacían. Se ha llegado hablar incluso sobre más de 3000 usos industriales del amianto», afirma Carmen Diego Roza, Jefa de Sección de Neumología del Complejo Hospitalario Universitario de Ferrol y Secretaria General de SEPAR (la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica).
Julián Marín es uno de los trabajadores fallecidos en el 2018, ejerció durante más de tres décadas labores de mantenimiento en el Metro de Madrid: reparaba vagones, sistemas electrónicos de los trenes, estaciones. En todos esos lugares manejaba piezas que contenían amianto y sin ningún tipo de protección.
«Todo esto, lo de mi marido, comienza en el año 2017. A principios del 2017, en el invierno, tosía bastante. Me dijo un día «no sé qué me pasa, que tengo una tos que no se me quita«. Entonces en ese momento pensamos que era un simple constipado, pareció que se le pasó un poco y lo dejamos así. Pero igual en el mes de marzo, él notó al agacharse, como un ‘clac’ en la espalda, y entonces empezó a tener un dolor muy fuerte. Le salió como un bulto alargado en la espalda en el lado derecho, entonces pensábamos que era una contractura».
«Fue al médico, le empezaron a tratar como si fuese una contractura. Y mandaron los típicos analgésicos para contracturas. Pero luego como no se le quitaba el dolor, ya le mandaron a revisión del tórax y le salió el cáncer de pulmón. La neumóloga se dio cuenta de que era el amianto. Nosotros nos quedamos muy sorprendidos porque él nunca había hablado del amianto, él no sabía que realmente trabajaba con el amianto«, relata Eugenia Marín, la viuda de Julián en una entrevista a Sputnik.
En 1976 las aún ilegales CC.OO. de la factoría de Sevilla promueven los primeros informes sobre los peligros del amianto, proponen revisiones médicas y reclaman la prohibición del amianto azul, el más dañino. En marzo del año siguiente (1977) los trabajadores de Uralita-Sevilla denuncian de nuevo a la prensa los graves peligros del amianto. En España se prohíbe el uso del amianto sólo a partir del año 2002.
«El Metro de Madrid lo sabía, lo sabía todo y lo sabían los políticos de la Asamblea porque en el año 1992, no sé si fue la portavoz del PP en la Asamblea de Madrid hizo referencia al tema, a que los trabajadores del metro de Madrid estaban expuestos al amianto», dice Eugenia.
Así es. Fue la diputada popular y portavoz de Medio Ambiente en la Asamblea de Madrid María Teresa de Lara, quien en enero del 1992 solicitó la comparecencia de Guillermo Vázquez, presidente del Metro, y de Luis Maestre, director de la Agencia de Medio Ambiente, para que expliquen «la manipulación inadecuada de productos nocivos para la salud«, insistiendo que «es una muestra de escasa sensibilidad» hacia los ciudadanos que no hayan parado las obras de las bóvedas pese a estar avisados del riesgo de usar amianto. «Pero eso quedó en una especie de cajón», lamenta Eugenia.
Los sindicatos ya denunciaron que no les informaron hasta 2017, cuando a Julián Marín el Instituto Nacional de la Seguridad Social le reconoce enfermedad profesional por cáncer microcítico de pulmón. «A partir de allí, cuando le reconocen la enfermedad profesional —dice Eugenia— tomamos la decisión de hacer la denuncia a la inspección de trabajo porque estaba confirmado que era amianto. Como él ya estaba muy mal, porque ya desde el primer momento que le detectaron, con los dolores que tenía, ya le mandaron morfina y él ya prácticamente no se podía mover. Yo en representación de él, presenté una denuncia en inspección de trabajo».
«En la inspección de trabajo no tenían ni idea de que existía amianto en el metro. Se quedaron muy sorprendidos. Yo declaré, tomé la legislación que había sobre trabajos con amianto y les fui preguntando si ellos tenían las medidas de seguridad que la empresa tenía que haber puesto y no había nada. No habían hecho absolutamente nada de lo que venía en la ley. Entonces yo fui a declarar por él».
«Yo llevo trabajando en el metro desde los 16 años»— confiesa a Sputnik otro trabajador, Santos González Rollán— llevo 45 años trabajando en Metro. Estuve en la sección de mecánicas. Sabíamos que había cosas que tenían amianto, pero como no sabíamos dónde y no nos avisó nadie». «Me declararon la enfermedad sólo cuando hubo el primer muerto— sostiene González — pero desde el 2013 hasta el 2018 nada«.
«Y de toda la vida, he manejado amianto de todas maneras. En los frenos de los trenes, cuando tienes que mecanizar o algo, lo grabas todo. Tengo asbestosis, que es una fibrosis pulmonar. He perdido bastante capacidad pulmonar, y no tengo cáncer. Todavía. Me cuesta respirar ya, te cansas. En el pecho sí siento un dolor, como si te quemaran por dentro. Pero nada más, lo único que cuando voy andando con mi hermano o con mi mujer, no puedo seguirlos ya a ritmo que tienen ellos, me agobio, no puedo tomar peso, me fatigo, cada vez es peor», subraya.
«El problema principal es que de alguna forma nos han venido ocultando, y nos han venido dejando de hacer lo que les obligaban, que eran los reconocimientos médicos, informar a los trabajadores, formarlos. Eso se tenía que haber producido en Madrid desde hace muchos años. Si nosotros conocíamos de los informes en el año 2003, que son propios del metro, del responsable de la prevención, es raro que nadie sepa nada», remarca Juan Carlos de la Cruz, secretario de Comisiones Obreras en Metro, que recuerda que desde 1995 las empresas están obligadas por ley a informar a sus trabajadores si manipulan el material.
«Y hasta que no intervino la inspección de trabajo ya a finales del 2018 no se empezó a hacer nada en el metro de Madrid. Ni el desamiantado, absolutamente nada».
«También hay una cosa muy llamativa, en el año 2017 a él le detectan el cáncer en la fase ya terminal. En mayo. En febrero le hicieron el reconocimiento anual de la empresa y allí aparte de decir que estaba todo perfectamente, le daban el aparato respiratorio, ponían que lo tenía perfecto y que era totalmente apto para el trabajo. Y cuatro meses después le descubren el cáncer en fase terminal», relata Eugenia.
Siguiente parada: Buenos Aires
El rastro que dejó Madrid con los trenes de amianto es largo. Tan largo que ha llegado hasta Argentina. En el 2011 Madrid realiza la venta de varios trenes con el material (36 vagones del modelo 5.000), más de diez años después de que el Gobierno de España prohibiera la «utilización, producción y comercialización» de fibras de amianto o elementos que las contuvieran.
«En cuanto nos enteramos, dijimos «no vamos a manejar más esos trenes«, apunta Secretario General de la Asociación Gremial de los Trabajadores del Subte y Premetro de Buenos Aires.
«Nosotros solicitamos los manuales de CAF 5000 y cuando nos entregan los manuales, nos damos cuenta que en los manuales se decía que tenía amianto. Es decir, quienes lo vendieron y quienes lo compraron simplemente si hubieran leído los manuales tenían que haber sido conscientes que no se podía hacer ese tipo de transacción que estaba prohibida«.
«El presidente de Sbase reconoció que no pudieron leer los manuales porque eran muchas hojas. Esto fue un argumento, que no habían tenido tiempo de leerlos. No sé cómo van a defenderlo, porque el Metro de Madrid tiene muchos argumentos para decir que no fueron estafas, porque les dieron los manuales que decían lo que estaban vendiendo».
«Es cierto que había documentación, pero no había manera de validar si ha sido así o no», contó el presidente de Subterráneos Eduardo de Montmollin en una entrevista a CNN. «La documentación técnica de un tren puede llegar a ser unos manuales o carpetas así y de repente lo que dice es una letra chiquita en la página 463 del tomo 4 del manual de descripción de partes. En teoría los técnicos de Sbase …no puedo garantizar que se haya leído absolutamente todo, cada una de las páginas de cada uno de los manuales técnicos. La posición conceptual es que asumimos que, si en la documentación figuraba algo, el Metro de Madrid había tomado ya partida y medidas y que lo que estaban vendiendo ellos estaba en condiciones de vender».
Desde Madrid argumentaban: los trenes del modelo 5000 que se vendieron a partir de 2011 al metropolitano de Buenos Aires (Argentina) contenían el amianto «encapsulado». En particular, el consejero delegado de Metro de Madrid, Borja Carabante ha insistido en el 2018 que Metro estaba revisando todo el procedimiento para tratar de confirmar que se hizo adecuadamente o si, por el contrario, se produjo algún error en esta operación. Algo que desmiente Pianelli en una de sus entrevistas a El País, donde dice «[El asbesto] No estaba ni siquiera encapsulado», que no estaba recubierto ni tratado para eliminar su toxicidad.
«Necesitábamos en la línea AB, como había una extensión. Y se hicieron dos compras— cuenta Pianelli a Sputnik—, entonces, por qué se hace la segunda compra. Porque cuando llegó la primera compra, ninguno de los coches funcionaba. Eso debe de tener un elemento de corrupción, porque era chatarra lo que llegó. En el mundo te lo van a dar gratis. Acá se paga medio millón de euros, por cada uno de los coches«.
Pianelli reconoce, que en cuanto se enteraron, dijeron que no iban a manejar más esos trenes. «Hicimos una conferencia de prensa y denunciamos lo que sucedía. Se sacaron de la circulación y querían llevarse los trenes, hacerlos desaparecer para no poder constatar que tenían amianto».
«Imagínate, en los talleres nuestros compañeros impidiendo que se lleven el tren todas las noches, impidiendo, poniéndose delante del tren para que no lo saquen para poder hacer estudios y demostrar que tenían amianto».
Roberto Pianelli reconoce que el amianto es un «asesino silencioso«, porque flota en su encierro de talleres y túneles del subte. «Descubrimos cantidad de amianto y seguimos descubriendo cantidades de amianto, no solamente en las formaciones sino también en las instalaciones fijas».
Según Pianelli, las estadísticas con el amianto son estremecedoras: el 60% de la planta actual de trabajadores (4.260) estuvo y está sufriendo exposición laboral directa, de este porcentaje al día del mes de agosto se les ha reconocido el riesgo al 64% (2550) y se ha auditado el 50% (1660) de los estudios médicos con la resultante de 27 compañeros con neumoconiosis por exposición al asbesto y otros minerales y tres compañeros con cáncer de los cuales uno fue operado y se le extirpó un tumor encapsulado».
«No están haciendo los estudios. En los momentos de pandemia, han encontrado un buen argumento para no seguir haciendo los estudios a los trabajadores expuestos. Tenemos 30 compañeros que tienen una patología conocida como placas pleurales, hay 30 con esas con esa patología y hay tres que tienen diferentes cánceres. A uno, tuvimos la posibilidad de operarle, y lo salvamos, pero le sacaron casi la mitad del pulmón. Lo agarramos con tiempo».
Un pequeño triunfo, pero falta una ley
A principios de septiembre del 2020 se logra un acuerdo entre el Metro de Madrid y los principales sindicatos representados en la empresa pública para que el plan de vigilancia sanitaria específica por exposición al amianto incluya a un total de 3.500 trabajadores, dedicados a mantenimiento de trenes que hasta ahora recibían esa revisión médica.
»Porque el metro de Madrid solo reconocía hasta el momento a 2000 trabajadores de los 7000 que tenemos, que podían estar expuestos. Tenemos la disputa con la empresa porque hemos tenido algunos colectivos de otras secciones y de otros servicios que deberían estar dentro de ese grupo de riesgo», afirma Juan Carlos de la Cruz.
Pero a pesar de un pequeño «triunfo», desde las CCOO de Madrid reconocen que hay más gente aparte, por ejemplo, los compañeros que están jubilados y han trabajado en esos colectivos. Insiste que sus nombres también deben pasar a la seguridad social para que también les realicen los reconocimientos anuales.
Y no es todo. Desde la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica (SEPAR), urgen una Ley Integral del Amianto. Alertan que erradicar de forma segura este componente del fibrocemento antes del año 2032 debe de ser una de las prioridades del contexto actual de reconstrucción que quiere acometer la UE.
Desde SEPAR afirman: el amianto provoca cada año 88.000 muertes en Europa, lo que representa el 55-85% de los cánceres de pulmón en el trabajo, según un Dictamen de 2019 de CESE (2019/C 240/04). En España, se estima que podría haber 130.000 fallecimientos a causa de la exposición al amianto, antes del 2050. Pero además reiteran, aparte de la exposición laboral, existe la exposición doméstica y medioambiental.
«Para los ciudadanos el riesgo es bajo, los trabajadores afectados son los trabajadores que hacían las labores de mantenimiento, tanto de las instalaciones como de las vías, los trabajos técnicos. Otras formas de la exposición, y es porque hablamos de la pandemia, es la exposición laboral, doméstica y medioambiental. La exposición doméstica: las familias de los trabajadores que lavaban la ropa que llevaban a casa, eso no debería ser así», reitera Carmen Diego Roza.
«Las construcciones de los años 70 u 80 contienen amianto, prácticamente todo lo que supusiera protegerse del calor y del frío lleva amianto, las bajantes por ejemplo. Y si mañana hacen una reforma en mi edificio y quitan de repente los tejados, me puedo exponer durante esas labores de reforma, desde la retirada hasta la manipulación del amianto en mi casa», reitera Roza.
«Y hay exposición medioambiental, yo puedo no estar en el contacto con el amianto, pero si hay una factoría o algún sitio cerca, como hubo por ejemplo en la ciudad de Cerdanyola que tenía la fábrica de fibrocemento en la mitad del pueblo, obviamente, no solo los trabajadores y las familias estaban expuestos, pero también la gente que vivía cerca de la fábrica».
Uno de los problemas es el tiempo de latencia entre la exposición y aparición de estas enfermedades, que es de 20 a 40 años. Todavía se diagnostican las enfermedades por amianto en personas que estaban expuestas antes del año 2002. El amianto aún se encuentra en muchos lugares aparte del Metro: en el fibrocemento, tejados de viviendas y naves industriales, tuberías de abastecimiento de agua, estructuras de todo tipo de edificaciones, vertidos ilegales de entornos urbanos y rurales, en instalaciones e infraestructuras de transporte como ferrocarriles.
«Hay que saber cuánto amianto hay, se necesita un censo de los edificios, de todas las estructuras que contienen el amianto. La manipulación del amianto, su retirada, cómo deshacerse de él, tiene normalidad muy estricta».
Fuente: https://mundo.sputniknews.com/espana/202009091092696553-de-madrid-a-buenos-aires-el-amianto-una-ubicua-pandemia-cancerigena-que-ha-dejado-un-rastro-largo/