05/06/17
La línea D cumplió 80 años
El 3 de junio de 1937 los trenes de la línea D comenzaban a circular entre Catedral y Tribunales. Un repaso por la historia de una de las líneas más utilizadas de la red y su incierto futuro.

El recorrido que hoy ocupa la  línea D del subte fue, quizás, uno de los pocos sobre los que nunca hubo dudas  acerca de la necesidad de construir de una línea de subterráneos; desde finales  del siglo XIX, la distancia entre el centro de la ciudad y los entonces  alejados barrios de Palermo y Belgrano habían empezado a ser cubiertos por  diferentes líneas de tranvías, que permitieron a los trabajadores desplazarse  cómodamente entre sus oficinas y residencias cambiando, tal como había sucedido  en zonas desarrolladas previamente por el tranvía, la dinámica de los viajes  dentro del tejido urbano. En ese sentido, la cobertura del eje Plaza de Mayo –  Palermo fue uno de los más codiciados por tanto por el Estado municipal como  por las diferentes empresas y consorcios privados que se disputaron la  construcción de líneas de subte en la ciudad de Buenos Aires durante la primera  mitad del siglo XX.
      A medida  que la zona norte de la Ciudad aumentaba su población en los últimos decenios  del siglo XIX, el interés por mejorar el transporte público entre dicha zona y  el centro acompañó esa tendencia. En ese sentido, en 1907 el Departamento de  Obras Públicas de la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires -a cargo del  ingeniero Agustín González-, presentó un proyecto para construir un  “metropolitano” en la Capital. Allí se contemplaba, por etapas, la realización  de 100 kilómetros de túneles repartidos en nueve líneas que estarían, además,  en combinación con la red de tranvías; uno de los recorridos contemplados era,  por primera vez, el que unía la Plaza de Mayo con el barrio de Palermo. El 28  de mayo de 1907, una ordenanza aprobó dicho esquema y ordenó el llamado a  licitación para construir las dos primeras líneas, que cubrirían corredores ya  consolidados por el tranvía: Plaza de Mayo – Once y Retiro – Constitución. Sin  embargo, la convocatoria fue un fracaso: sólo se presentó la Compagnie  Metropolitaine de París (CMP), operadora del metro de la capital francesa, ante  las exigentes condiciones contenidas en los pliegos.
      No  obstante, dos grandes empresas privadas -el Ferrocarril Oeste y la Compañía de  Tranvías Anglo Argentina- aprovecharon la oportunidad para lanzar sus propias  iniciativas y proteger, así, recorridos que ya explotaban y les proveían  importantes beneficios. Si bien el proyecto del FCO sólo contemplaba la  prolongación en túnel de su línea ferroviaria desde Once hasta Puerto Madero,  el proyecto del Anglo fue más ambicioso y precavido: incluyó, así, la  construcción de cuatro líneas de subtes -numeradas según su importancia- cada  una coincidentes con recorridos que la empresa ya servía con tranvías y que  formaban el esqueleto de su vasta red en expansión.
Línea 1:  Plaza de Mayo – Plaza Once
      Línea 2: Retiro – Constitución
      Línea 3: Plaza de Mayo – Plaza Italia
      Línea 4: Plaza Once – Plaza Primera Junta
Por  indicación de la municipalidad, la empresa unificó las trazas de sus líneas 1 y  4 y se abocó, entre septiembre de 1911 y julio de 1914, a construir lo que hoy  conocemos como línea A. El estallido de la Primera Guerra Mundial perjudicó  seriamente los planes del Anglo: el aumento de los precios de los materiales de  construcción, los cambios en la legislación laboral, la menor disponibilidad de  capitales en el mercado internacional, la reticencia a modificar las tarifas  -fijada desde 1908 en 10 centavos de peso moneda nacional y modificada recién  en 1953- y un Concejo Deliberante deliberadamente hostil a los intereses de la  empresa frenaron la construcción del resto de su plan durante las décadas de  1920 y 1930.
      De esta  manera, nuevas iniciativas acapararon la atención de los concejales. Se  destacan el proyecto de los ingenieros Dodero y Benigni (1924), que proponía  una línea que se extendería por una traza idéntica a la que hoy ocupa la línea  D desde Plaza de Mayo hasta Belgrano por Diagonal Norte, avenida Córdoba y las  avenidas Santa Fe y Cabildo hasta Monroe. En julio de 1929, el Consorcio  Financiero Británico -representado por el coronel Sir John Pretyman Newman-  presentó a la comuna un proyecto de red de cuatro líneas; una de ellas proponía  llegar a Plaza Italia desde Plaza de Mayo por el Bajo hasta Retiro y luego, por  la actual avenida del Libertador, hasta la plaza Intendente Alvear para  desviarse, allí, por Anchorena hasta Las Heras y continuar por dicha avenida  hasta Plaza Italia. Este trazado bastante tortuoso, que incluía radios de curva  de 55 metros -para comparar, las cerradas curvas de la línea C cerca de  Diagonal Norte son de 80 metros de radio-, empalmaba además con otra de las  líneas del proyecto -la 3-, que iba desde Plaza Italia hasta la intersección de  la avenidas Jujuy y Caseros por las avenidas Santa Fe, Pueyrredon y Jujuy -una  mezcla de las actuales líneas H y D-.
      En 1930,  el autodenominado Comité Pro Solución de los Grandes Problemas Urbanos de la  Ciudad de Buenos Aires presentó un proyecto de construcción de 14 líneas; una  de ellas, la 4, iba a circular desde Plaza de Mayo hasta Belgrano por un  recorrido aproximado al de la actual línea D. Sin embargo, la presentación de  este proyecto fue concomitante con el debate que ya encaraba el Concejo  Deliberante sobre la propuesta realizada por la Compañía Anónima de Proyectos y  Construcciones (CAPyC), de capitales españoles. Dicho plan, presentado al  Gobierno local el 2 de agosto de 1929, contemplaba la construcción de una línea  entre Plaza San Martín y Cabildo y Monroe por el eje de las avenidas Santa Fe y  Cabildo.
      Sin  embargo, el plan general de la empresa fue varias veces modificado durante el  debate legislativo por propia sugerencia de los concejales. Como explica el  investigador Raúl García Heras en su obra Transportes, negocios y política. La  Compañía Anglo Argentina de Tranvías (1876-1981), estos respondían  mayoritariamente a partidos de izquierda y exhibían una manifiesta y visceral  oposición a cualquier propuesta emanada de la Anglo Argentina -que tenía  reservado el corredor Plaza de Mayo – Plaza Italia desde que se había aprobado  su propuesta en 1909- que, no obstante, contaba con amplias simpatías dentro  del gobierno del presidente Hipólito Yrigoyen y del intendente municipal José  Luis Cantilo, quien incluso llegó a vetar la ordenanza 4070 que otorgaba la  concesión a CAPyC -aunque luego el Concejo reunió los votos para insistir con  el proyecto-.
 
 
      Una formación Siemens  O&K ingresa a la estación Tribunales durante los últimos tiempos de  operación de la CHADOPyF, 1938
Las sucesivas modificaciones  del proyecto de CAPyC evidencia los débiles fundamentos técnicos que lo  sustentaban. Los consultores Roberto Agosta y Juan Pablo Martinez  reconstruyeron, a partir del análisis de documentación judicial, que las trazas  habían sido diseñadas originalmente no por ingenieros sino por los abogados de  la empresa, lo que da cuenta del “carácter especulativo” de la propuesta frente  al plan de la Anglo. En la segunda versión del plan de la red, del 3 de  septiembre de 1929, CAPyC propuso que se pudiera llegar hasta Cabildo y Monroe  por dos vías, sometidas a consideración de la Municipalidad: una, desde Plaza  San Martín por Santa Fe hasta Plaza Italia y la otra también con idénticos  orígenes y destinos pero por Juncal y avenida Las Heras.
      Ante  esta embestida, el Anglo propuso en mayo de 1930 una enmienda a su plan de 1909  y postuló que la línea a Belgrano partiera desde Plaza de Mayo y siguiera por  Diagonal Norte y las avenidas Córdoba, Santa Fe y Cabildo hasta Monroe en un  recorrido idéntico al que hace hoy la línea D, aunque no encontró eco en el  Concejo. Finalmente, el 31 de julio de 1930 la ordenanza 4070 aprobó la  propuesta final de CAPyC que incorporaba una traza desde Plaza de Mayo hasta  Córdoba y Pueyrredón para luego seguir por la primera hasta Chubut y Parral  -línea 3-. A su vez, la línea 4 tomaba para si el recorrido desde avenida Jujuy  y San Juan por Jujuy, Pueyrredón, Las Heras, Santa Fe y Cabildo hasta Monroe.  No obstante, la Municipalidad obligó a la empresa a utilizar los túneles  propuestos para prestar servicios directos (sin combinación) entre diferentes  trazas: uno sería el recorrido entre Retiro y Boedo -con inversión de marcha en  Constitución, que nunca se prestó y condenó a la línea E a una primera traza  con escaso uso hasta el cambio de cabecera a Bolívar en 1966- usando la  infraestructura de las líneas 1 (C) y 2 (E); el otro, entre Plaza de Mayo y  Belgrano por las trazas de las líneas 3 y 4 formando el recorrido de la actual  línea D.
      En  diciembre de 1932, ya comenzadas las obras de la actual línea C y parte del  túnel por la calle Pavón de lo que sería la E, el Concejo revocó la concesión  dada al Anglo sobre los recorridos Retiro – Constitución y Plaza de Mayo –  Palermo. Ante este acontecimiento, la CHADOPyF resolvió detener las obras de la  actual línea E por Pavón y propuso, en 1934, un nuevo plan que incorporaba los  trazados que le habían sido quitados al Anglo. Así, el trayecto Plaza de Mayo –  Belgrano fue absorbido por una única línea -la 4-.
      El 16 de abril de 1935 la CHADOPyF comenzó las obras de la línea 4, cuyo primer  tramo fue librado al servicio público el 3 de junio de 1937, hace hoy ochenta  años. Los trenes recorrían entonces apenas tres estaciones: Florida -hoy,  Catedral-, Carlos Pellegrini -9 de Julio, con combinación gratuita con la línea  1 de la empresa y paga con el subterráneo Lacroze- y Tribunales. Además, se  construyó un túnel de enlace de vía única entre la estación 9 de Julio y la  actual línea C entre las estaciones Avenida de Mayo y Diagonal Norte para intercambio  de material rodante fuera de servicio.
 Estación Tribunales en su estado original, 1937
Estación Tribunales en su estado original, 1937
La extensión de la línea hasta  Belgrano siguió, desde aquí, una historia tortuosa. La CHADOPyF se encontraba  en graves dificultades financieras producto de un rendimiento menor al esperado  de su red, a la vez que el Anglo avanzaba con una fuerte campaña de presión  para centralizar el manejo del transporte público en un ente público-privado como  se estaba implementando en Londres. De esa manera, la “coordinación de  transportes” fue incluida en el pacto Roca-Runcimann de 1932 y en su  ratificatorio, el pacto Eden-Malbrán de 1936. A partir de febrero de 1939, la  Corporación de Transportes de la Ciudad de Buenos Aires quedó integrada por el  Estado municipal, las empresas tranviarias y, en medio de prolongados  conflictos judiciales, por las empresas de colectivos. La incorporación de la  CHADOPyF al ente fue tortuosa dado que la empresa temía perder su fuente de  ingresos, sin los que no podría pagar las series de debentures emitidos para  financiar las obras. Finalmente, en 1940 esta situación fue subsanada al  acordarse que la empresa quedaría solamente a cargo de las obras de extensión  con financiamiento público mientras que la Corporación asumía la deuda de la  empresa -que nunca fue pagada en su totalidad, lo que causó un escándalo de  grandes proporciones en su época dado el perjuicio provocado a miles de  pequeños ahorristas de la colectividad española en Buenos Aires- y la operación  de sus líneas.
      En ese  contexto, la CHADOPyF continuó los trabajos de extensión de la línea 2, ahora  llamada “D” por la Corporación. El 29 de marzo de 1938 la línea fue extendida  hasta Córdoba y Callao, estación que ostenta un estilo constructivo y  decoración idénticos a los de Retiro y Constitución. El 10 de junio, el  servicio se prolongó hasta Facultad de Medicina -denominada Justicialismo  durante el gobierno peronista-; el 5 de septiembre se inauguraron las  estaciones Pueyrredón y Agüero; el 29 de diciembre llegó el turno de Bulnes,  Scalabrini Ortiz -entonces denominada Canning y, durante el conflicto de  Malvinas, 2 de abril- y Plaza Italia.
 Formación Siemens O&K en cochera Canning, años 40 (archivo Juan  Carlos González)
Formación Siemens O&K en cochera Canning, años 40 (archivo Juan  Carlos González)
La llegada a Palermo se produjo recién el 23 de febrero de 1940. Desde entonces, dicha estación funcionó como cabecera y no hubo intentos por concretar la llegada a Belgrano hasta 1969, cuando Subterráneos de Buenos Aires -empresa sucesora de la estatal Administración de Transportes de Buenos Aires, que había absorbido los bienes de la Corporación tras su liquidación en 1952- decidió continuar las obras. No obstante, una vez que el túnel hubo llegado hasta la altura de la calle Humboldt se produjo un derrumbe que paralizó las obras; el tramo construido funcionó como cochera. En 1984, ya recuperada la democracia, las nuevas autoridades porteñas decidieron continuar la línea y en 1987 se pudo inaugurar un servicio lanzadera entre Palermo y un andén provisorio ubicado en la entrada de la hoy estación Ministro Carranza, inaugurada en su forma definitiva el 31 de diciembre de 1993.
       Coche La Brugeoise de la línea A, trasladado a  la estación Ministro Carranza para su inauguración. En el lateral de coche se  ve el primer logo de Metrovias, cuya gestión comenzaría al día siguiente.  (Archivo Metrovias)
Coche La Brugeoise de la línea A, trasladado a  la estación Ministro Carranza para su inauguración. En el lateral de coche se  ve el primer logo de Metrovias, cuya gestión comenzaría al día siguiente.  (Archivo Metrovias)
Mientras tanto, las obras para llegar a Belgrano continuaban a ritmo muy lento bajo la avenida Cabildo, provocando serias demoras en la circulación de dicha arteria clave para el barrio. Finalmente, el 31 de mayo de 1997 se inauguró la estación Olleros; el 13 de noviembre fue el turno de José Hernández -llamada Virrey del Pino durante la obra-, mientras que Juramento abrió el 21 de junio de 1999 y Congreso de Tucumán el 27 de abril de 2000.
 Campaña publicitaria de jabón en polvo en la  estación Olleros, 1999. Ingresa a la estación una formación usada Nagoya,  recientemente incorporados de Japón y hoy en servicio en la línea C.
Campaña publicitaria de jabón en polvo en la  estación Olleros, 1999. Ingresa a la estación una formación usada Nagoya,  recientemente incorporados de Japón y hoy en servicio en la línea C.
Accidentes
El 28 de  enero de 1985, una tormenta descargó 300 milímetros de lluvia sobre Buenos  Aires provocando una gran inundación en la zona de Puente Pacífico que cubrió  completamente la estación Palermo y la cochera, afectando a varios flamantes  coches Fiat Materfer estacionados ahí. Durante 20 días, el servicio funcionó  limitado entre las estaciones Catedral y Agüero con coches GEE y algunos coches  Siemens que se tomaron de la línea C.
      Sin embargo, el 26 de marzo de 1985 ocurrió el peor accidente de la historia de la línea D.  Esa tarde un tren Fiat Materfer descarriló en la entrada de la cochera Canning  del lado de la estación Plaza Italia, incrustándose contra la pared del túnel.  Murieron cuatro personas y 35 resultaron heridas.
Futuro de la línea
Según  estadísticas del Gobierno porteño, la línea D transporta alrededor de 375.000  pasajeros al día. Sin embargo, la calidad del servicio dista de ser acorde para  una de las líneas mañas usadas de la red -compite palmo a palmo con la B, cuyo  estado es aún peor.- Hoy, cuando se conmemora el 80 aniversario de su  inauguración, la línea viene de padecer una de las peores semanas con demoras y  desperfectos técnicos constantes en las formaciones y en el sistema de señales.
      La  incorporación de aire acondicionado a los coches Alstom prosigue, sin embargo,  su marcha aunque difícilmente pueda abarcarse a toda la flota para el verano.  Tampoco se advierte, hasta el momento, que vayan a comenzar las imprescindibles  obras de ventilación forzada en una línea ya de por sí calurosa. Mientras  tanto, la llegada de las formaciones Alstom Metrópolis adicionales -ampliación  del contrato de la flota nueva de la línea H- sigue siendo un misterio: hasta  ahora sólo se trasladó una formación, que continúa siendo sometida a pruebas a  más de un año de llegada a la D. Por el momento no hay información oficial que  dé cuenta de una próxima llegada de más trenes que permitan trasladar los Fiat  Materfer que aún quedan en la D a la línea E, donde los coches GEE -que también  circularon por décadas en la D- se encuentran en un estado terminal.
      En  cambio, el deterioro general del aspecto de las estaciones sigue a la orden del  día: las filtraciones no sólo se reparan de manera infrecuente, sino que los  murales pintados años atrás durante la gestión de Juan Pablo Piccardo al frente  de SBASE exhiben las señales propias del deterioro esperable de obras de  cuestionable gusto pintadas directamente sobre paredes húmedas y que nada  tienen que ver con el estilo de las estaciones. Por el momento, lo único que  parece avanzar es la ampliación de la cochera Manuela Pedraza, ubicada luego de  la cabecera Congreso de Tucumán, aunque dicha obra lleva ya tres años y provoca  cada vez más quejas entre los vecinos por los trastornos que provocan a la  circulación en superficie.
      De esta  manera, la línea D no escapa al deterioro general de la red de subtes cuando  hasta el momento la política oficial de Transportes a pasado a girar en torno  al metrobus y no del Subte que, junto con el ferrocarril y otros medios guiados  como el tranvía -cuya reintroducción es resistida- es el que puede realmente  contribuir a mejorar la movilidad urbana a largo plazo. Así, el octogésimo aniversario  de la línea D es hoy una efeméride que sólo proporciona el repaso de un pasado  que, al menos para el Subte, parece que siempre fue mejor. (enelsubte)
