09/09/15
Un rompecabezas para el subte
Tres dimensiones.
Con 1 millón de venecitas, el artista Marino Santa María está haciendo dos murales para la estación Las Heras del subte H.
Marino Santa María acomoda las últimas venecitas en un panel cuadrado que parece una rejilla grande, en cada uno de estos tableros entran 220 piezas. Necesita 9 tableros para completar un metro cuadrado. Con esta técnica, Marino está terminando los que serán tres enormes murales para la futura estación Las Heras del subte H. Una obra que cubrirá 500 metros cuadrados. Para lo que, desde hace siete meses, el pintor de la calle Lanín está acomodando un millón de venecitas, una por una. Por suerte, ya casi termina.
En Barracas, Marino fatiga el piso de su enorme taller yendo de un lado a otro de sus murales, recorre 15 metros para un lado, 8 para el otro y le da la vuelta a lo que será la obra de uno de los túneles de la estación. Acomoda, saca, pone, cambia. Todo tiene que quedar como a él le gusta porque después, cuando se lleven el mural en partes para pegarlo en las paredes del subte, será tarde para cambios. "Me inspiré en el movimiento del baile de tango", me dice mientras mete la mano en una caja con cientos de venecitas rojas. Su mesa de trabajo es una invitación a jugar con colores y formas. Todo te distrae, pero Marino sigue paciente un plan establecido. Llena las grillas con venecitas para que todo quede como pretende. "Todas las estaciones de la línea H tendrán la misma temática musical –me dice– Y en esta, en un costado voy a poner un retrato pop de Hugo del Carril porque la estación estará dedicada a él". Las venecitas son pequeños cuadraditos de vidrio de colores del tamaño de una pastilla de menta que Marino toma de a puñados.
A Marino siempre le gustó inventar y cuando le dijeron que hiciera dos murales para la estación Las Heras pensó en sus viejas amigas las venecitas. Claro, nunca hizo la cuenta (digo yo). Porque un millón de piezas puestas a mano es un trabajo que acobarda a cualquiera.
El artista dispone las venecitas siguiendo el peculiar estilo pictórico con el que transformó el pasaje Lanín de una olvidada calle de Barracas en un atractivo turístico. Hace casi 15 años, cuando comenzó a tunear el frente de su casa, ni imaginaba hasta dónde llegaría la fiebre del frentismo. Un vecino le pidió que también personalizara su frente, después otro, y otro, y así hasta llegar a cubrir las cuarenta fachadas que se desarrollan en las cuatro cuadras de la calle Lanín. Desde hace 7 años, los vecinos comenzaron a cambiar la pintura por murales de venecita y azulejo partido, una ancestral técnica catalana que se llama trencadís. Similar a la que usó hace cien años Antonio Gaudí en el Parque Güell de Barcelona.
Pero la voluntad artística de Marino no tiene modelos a seguir. Hace un tiempo, a lo largo del paredón del ferrocarril de Barracas instaló una serie de pesados marcos dorados con fotografías del cielo y, en el piso, otros con espejos que reflejaban al cielo de verdad. "Huellas del Arte fue una instalación que producía una sensación de ilusión-realidad", se entusiasma sin sacar la vista de las grillas en las que coloca pacientemente sus venecitas.
A Marino le gusta el mosaiquismo. Con esa técnica, hace dos años,realizó un mural para el Hospital Británico a todo lo largo de la Avenida Caseros por 100 metros.
Desde hace unos años, Marino dirige la Escuela Taller del Casco Histórico donde se enseñan artes y oficios en vías de extinción. Pero la inquieta y colorida paleta del artista no se detiene. Con mosaicos o con pintura, sigue atendiendo los espacios públicos. Ya intervino otro subte, fue en la estación Plaza Italia pintando manchas de jirafas, chitas, hienas, leopardos y cebras en las columnas y melenas de leones en los capiteles. Después aparecieron hojas, pandas y camuflajes de todo tipo. Columnas, bóvedas y frisos fueron intervenidos por el artista de Barracas.
Uno de los murales del subte H ya está colocado, es el más largo, el de 30 metros de largo y 10 de alto. Los otros dos esperan turno en su taller numerados en el piso, como parte de un rompecabezas que solo cobra sentido en la cabeza del artista y será totalmente visible para todos los demás cuando se inaugure la estación, tal vez en dos meses más. (Clarín)