20/07/15
Robots vs. humanos: la pelea que viene en el mundo laboral
Las nuevas tecnologías impulsan cambios en el mercado del trabajo, ya que las máquinas reemplazan a las personas; aumenta la resistencia al cambio y la conflictividad
 La comedia es igual a tragedia más  tiempo", decía el personaje interpretado por Alan Alda en Crímenes y  pecados, la película de Woody Allen. Días atrás, la hipótesis se cumplió a  rajatabla con la muerte de un operario en una planta de la automotriz Volkswagen,  en Alemania, por el accionar defectuoso de un robot. Una noticia trágica, que  provocó centenares de chistes en Twitter horas después, cuando se viralizó que  una de las periodistas que la difundió era Sarah 0'Connor, del Financial Times,  con nombre casi igual al de la protagonista de la famosa película Terminator -estrenada en 1984 y protagonizada  por Arnold Schwarzenegger), Sarah Connor.
      La película narra un futuro  terrorífico, en el que las máquinas se adueñaron del  planeta y buscan  extinguir a la raza humana. "[Sarah O'Connor] estuvo toda su vida  esperando a escribir esta nota", se burló un tuitero, entre miles que le  sacaron el cuero a la periodista.
      Noticias de este tipo comenzaron a aparecer en 2015 con mayor  frecuencia. En marzo, una ciudadana coreana se despertó de la siesta cuando un  robot-aspiradora le estaba comiendo el pelo. Y a fines de abril, un robot fue  "preso" en Suiza luego de comprar pastillas de éxtasis por Internet.
      ¿Novedades de países del Primer Mundo, alejadas de la realidad  argentina? No tanto. El 20 de junio pasado, los operarios de la Línea C de  subte hicieron un paro sorpresa en protesta contra la implementación de máquinas  expendedoras de boletos. Intentan evitar que los reemplacen autómatas.
      Y dos semanas atrás, hubo un grave accidente en la planta de una  empresa siderúrgica de las grandes: un operario perdió una pierna en una línea  de producción que fue automatizada recientemente.
      No podía ser de otra manera: la discusión por las derivaciones  del avance de la tecnología y de la inteligencia artificial en el mundo del  trabajo está que arde entre los economistas.
      En un debate que mantuvieron en la Universidad de Buenos Aires  (UBA), los economistas Daniel Heymann (director del Instituto  Interdisciplinario de Economía Política) y Lucas Llach (profesor de la  Universidad Torcuato Di Tella y candidato a vicepresidente de la UCR) mostraron  posturas contrapuestas. Heymann, preocupado por un futuro de alto desempleo.  Llach, con una visión más optimista, resaltó que la incorporación de máquinas  sube la productividad, pero no afecta tanto al empleo como postulan algunos.
      El tercer participante del debate de la UBA, el físico ruso  Andrei Vazhnov, destacó: "La evidencia histórica está unánimemente del  lado de la idea de que nadie termina extrañando los puestos que reemplazan las  máquinas y que surgen nuevas ocupaciones".
  "Si una máquina puede hacer por cinco pesos el trabajo que  una persona hace por 10pesos, el trabajador tiene dos opciones: trabajar por  cinco pesos [una reducción de 50% de su salario] o buscar otro trabajo. Por  eso, la máquina que sustituye trabajo aumenta la productividad [y el ingreso  del empresario], pero reduce el salario [y el ingreso del trabajador],  profundizando la inequidad", explica Eduardo Levy Yeyati, quien abordó  este tema en su reciente libro PorVenir, de Editorial Sudamericana.
  "El desplazamiento de trabajadores de calificación media en  países desarrollados ocurre desde hace 30 años -prosigue el director de la  consultora Elypsis y presidente del Cippec-, no sólo por la mudanza de puestos  industriales a emergentes, sino también por la sustitución por la máquina. De  hecho, el empleo industrial en China cayó aproximadamente un 25%, no muy lejos  de la marca en economías desarrolladas. Así, la globalización de empleos sería  apenas una parada intermedia hacia la automatización."
      Para Guillermo Cruces, especialista en temas sociales y  laborales del Centro de Estudios Distributivos Laborales y Sociales (Cedlas) de  La Plata, en los países desarrollados se observa cada vez más un reemplazo de  tareas rutinarias por computadoras (rutinarias cognitivas) o trabajadores y  máquinas en otros países (rutinarias manuales). "Esto empezó con las  fábricas y el Made in -agrega Cruces-, pero avanza cada vez más en tareas  cognitivas, como lo puede atestiguar cualquiera que haya marcado un 0800 para  un servicio local y haya obtenido una respuesta en otro lugar del planeta",  dice.
      En la recuperación de la última crisis sólo crecieron en los  Estados Unidos los trabajos no rutinarios, aquellos que no pueden ser  reemplazados simplemente. Pero no se recuperaron las capas intermedias, que son  las que más sufren la automatización, en una tendencia que David Autor,  economista del Massachusetts Institute of Technology (MIT), describe como  "polarización del empleo".
      Ya hay consultores en los Estados Unidos y en Europa que  publican listas de los "Diez empleos en peligro de extinción" (como  si fuera un especial de National Geographic en especies en riesgo).
      Y en cualquier polémica de este campo surge la cita obligada al  trabajo de los profesores de Oxford Carl Frey y Michael Osborne, quienes  relevaron la tasa de sustitución de máquinas por humanos en cada una de las 702  ocupaciones que releva la secretaría de empleo de los Estados Unidos y llegaron  a la conclusión de que el 47% de los puestos podrían ser desafiados por robots  o inteligencia artificial en los próximos veinte años.
      Entre los más sustituibles están las posiciones más rutinarias  (como decía un titular de The Economist recientemente: "Si usted está  aburrido porque en su trabajo hace lo mismo todos los días, empiece a  preocuparse"). Entre los puestos de trabajo más seguros, aparecen aquellos  que requieren habilidades de creatividad y empatía, inherentemente humanas.
MAD MEN, RICARDO Y LOS ETRUSCOS
El  debate sobre el futuro del empleo y la incidencia del reemplazo de humanos por  robots es muy pantanoso, en buena medida porque el presente de este fenómeno  está en discusión y no hay consenso entre los economistas en que el  estancamiento del empleo en los Estados Unidos y en las principales economías  del mundo se deba al factor tecnológico.
      Hay un tono "sombrío" en el debate económico global  actual, que tiene un emergente en los libros de moda (El capital en el siglo  XXI, del francés Thomas Piketty; La gran división, de Joseph Stiglitz, o las  compilaciones de Lawrence Summers sobre el "estancamiento secular").
      Un reciente informe de la Organización para la Cooperación y el  Desarrollo Económicos (OCDE) concluyó que la desigualdad nunca fue tan alta en  la mayor parte de sus 34 países miembros, un fenómeno que se explica en  principal medida por la caída del poder de compra del 40% más pobre de la  población. Cuánto de todo este marco se debe a la automatización es lo que está  en discusión.
      De cualquier forma, no se trata de una cuestión nueva. En la  tercera temporada de la serie Mad Men, que transcurre en Nueva York en la  primera mitad de los años sesenta, Peggy Olson (el personaje que interpreta  Elizabeth Moss) sale a tomar algo a la noche y conoce a un estudiante avanzado  de ingeniería, que le cuenta que se cambió desde abogacía. "Si nos van a  reemplazar las máquinas de todas formas, por lo menos quiero ser de los que las  hacen", se justifica.
      La "angustia por las máquinas" recrudece tanto en  períodos de disrupción tecnológica como en los de estancamiento del empleo. En  1821, un tiempo después de las protestas de los luditas que rompían las  máquinas de la Revolución Industrial, el economista David Ricardo advertía  sobre las consecuencias de la automatización sobre el empleo, al igual que John  Maynard Keynes en 1930, cuando acuñó el término de "desempleo  tecnológico".
      En sus charlas en la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA,  Lucas Llach, Heymann y Vaszhnov coincidieron en llamar a no dejarse seducir por  "distopías excesivas" sobre la desaparición del empleo en manos de  las máquinas. Como el "auto volador", que, según el sitio PaleoFuture  (que recopila visiones del futuro de décadas pasadas), viene siendo anunciado  desde una década y media "para dentro de dos años", la disrupción  laboral podría tardar más tiempo en llegar o lo haría de otra forma.
      Cruces, del Cedlas, da un ejemplo al respecto: "Estas  sustituciones también tienen sus límites. Es un clásico, ya que se anuncia cada  tanto una «nueva revolución en la construcción», que generalmente implica algún  tipo de prefabricados: casas que se arman en containers, fábricas chinas de  rascacielos, habitaciones adicionales empacadas y despachadas en cajas chatas  por IKEA.. Sin embargo, y después de décadas de promesas de prefabricados,  seguimos construyendo, más o menos, como los etruscos".
      Sin embargo, son muchos los economistas que piensan que  "esta vez es diferente". Según cuenta Levy Yeyati a LA NACION, esta  vez es distinto porque la automatización reemplaza también tareas en el sector  servicios, donde hasta ahora recalaban los trabajadores desplazados de la  industria: "Y en la medida en que las máquinas ganen en flexibilidad y  capacidad de aprendizaje, podrían sustituir empleos menos automatizables, hoy protegidos:  el auto sin conductor reemplaza al chofer; el robot, al repositor e incluso al  personal de limpieza".
      Para los profesores del MIT Erik Brynjolfsson y Andrew McAfee,  autores de La segunda era de las máquinas, los avances en la tecnología digital  son a nuestra capacidad mental lo que la máquina de vapor fue, hace doscientos  años, a nuestra capacidad muscular.
      Por eso, dicen, es el mejor momento para ser un trabajador  especializado con la educación adecuada, con la capacidad para usar la  tecnología para crear valor, y es el peor momento para ser un trabajador  estándar con aptitudes medias fácilmente replicables por computadoras y robots.  "Pero el progreso en la digitalización podría poner en jaque a todo el  espectro laboral. Incluso al médico, gracias al perfeccionamiento del  diagnóstico digital, o al profesor, cortesía de los MOOC [la sigla en inglés de  los cursos online masivos y abiertos]", agrega Levy Yeyati.(La Nación)
