01/06/15
El subte nunca duerme: códigos del trabajo bajo tierra y de noche
Historias y personajes. Todos los días, cuando las puertas se cierran para los pasajeros, 1.700 operarios trabajan en limpieza y mantenimiento. Leyendas de la vida a contraturno.
Faltan cuatro minutos para las 23. En Plaza de Mayo anuncian la partida del último servicio de la Línea A a San Pedrito y a medida que el tren deja cada estación se repite el circuito en todas las líneas: cuando el último pasajero llega a la calle el nochero cierra los accesos y así da comienzo a la otra vida de los subterráneos porteños. Cada noche unos 1.700 operarios de Metrovías trabajan en cabeceras, talleres y estaciones de las seis líneas y el Premetro para mantener, limpiar y arreglar vías, andenes y las formaciones que correrán durante el día. Con ellos los códigos, las leyendas y los secretos de una vida a contraturno y bajo tierra.
Hugo D'Agostino espera al final del andén de San Pedrito. Llega el tren, se baja el conductor y toma el mando para llevarlo a la cochera. No es lo mismo correr la formación de punta a punta de la línea que hacer las maniobras en la cochera: para eso existe la categoría de Conductor especializado (en la jerga del subte, maniobristas), la más alta del escalafón de Tráfico. "Llevo 19 años de conductor y es mi primer mes acá. Antes era guarda y fui subiendo, siempre en la línea A", cuenta. Después de concursar por el cargo hizo un mes y medio de entrenamiento en todos los turnos para conocer los distintos movimientos.
Cada línea tiene sus particularidades, las flotas son diferentes y también la operatoria en cocheras y talleres. Todo se coordina desde el Puesto Central de Operaciones (PCO), que centraliza la información, monitorea el movimiento de cada tren y el abastecimiento de energía para toda la red. Desde Metrovías explican que la centralización permitió reducir en un 50% los tiempos de respuesta ante eventualidades.
En la cochera de Nazca es inevitable recordar al UM-86 de Moebius (el largometraje que produjo en 1996 la Universidad del Cine): las vías vacías, los túneles oscuros, el silencio. "La clave es aprender a escuchar", repiten los operarios. "Cuidado donde pisan. Bajo ningún punto de vista se puede tocar la tercera vía porque tiene corriente. No te pares ahí porque los trenes pasan muy cerca", advierten. Maniobran despacio pero entre estaciones hay que ser especialmente cuidadoso porque con velocidad la fuerza "te chupa". "Ahí viene el Fiat, le están dando la señal y ya bajó el descarrilador. Si no está levantado", explican.
Carlos Pfahler trabaja en el subte desde el 79. "Empecé limpiando la estación y las vías, después fui acoplador, conductor y ahora maniobrista. Tengo tres manejos: los de madera, los Fiat y los chinos. Con los de madera salíamos a la calle todos los días, era lindo", recuerda mientras sus compañeros siguen concentrados en un partido de fútbol.
Manuel Niz empezó como nochero hace 34 años, ahora es Supervisor de Vías y todas las noches coordina el trabajo de 9 operarios. Hoy les toca el tramo de Sáenz Peña, pero van rotando. La estrella es la máquina Plasser, un gigante amarillo y ruidoso con cuatro pares de palas a cada lado que avanza lentamente y acomoda el balasto (las piedras que van debajo de los durmientes y amortiguan el peso de las formaciones) y nivela y alinea los rieles. ¿Por qué eligió las vías? "Porque me gustan los fierros. Es poca la gente que quiere vías, es un trabajo pesado y sucio", sigue.Adelante van dos que dejan indicaciones para el operador de la máquina. Atrás otra cuadrilla que completa el trabajo de manera manual en los sectores a los que la máquina no puede acceder (por ejemplo, los cambios de vía). Se acerca un operario y frena un intento de saludo con un "no me vas a dar un beso, ¿no?". La noche bajo tierra es masculina y tiene sus códigos.
"Llevo 20 años en el subte, siempre en vías. Empecé en administración y cuando llegó la Plasser pasé. Para mí es un placer estar acá abajo, mucho más que en una oficina. Con un buen trabajo podés mejorar el andar del tren y se nota", dice Juan Baya.Pasó la medianoche y en cada una de las estaciones hay personal de limpieza acondicionando andenes, pasillos, baños, escaleras y boleterías. Los técnicos revisan el funcionamiento de catenaria (el cable aéreo que abastece de energía a los trenes), luces y señales. En los talleres se hace el mantenimiento periódico y se reparan las fallas del día.
Los túneles vacíos amplifican el eco de los ruidos que llegan a través de los conductos de ventilación. Tal vez por su antigüedad, la línea A es la que alberga más leyendas. La novia vestida de blanco que deambula por sus túneles, el cuerpo de un hombre degollado que aparece en el baño de los trabajadores de Sáenz Peña o el contorno de estación que algunos ven desde los trenes entre Alberti y Pasco.
Cerca de las 2 el vestíbulo de San Pedrito huele a desinfectante. La cuadrilla N° 3 de Limpieza Profunda trabaja en el ingreso y el ascensor. "Estamos dos días en cada estación y hacemos trabajos que el equipo de limpieza no llega a cubrir por el tiempo: remoción de sarro, limpieza del piso con máquina rotativa y lo que requiera cada espacio", cuenta Leonardo Iachini, su supervisor.
En el andén ya está ubicada la formación CNR a la que le toca limpieza profunda: hacen una por día. Se abren las puertas y llega el olor intenso del limpiador de limón y la cumbia a todo volumen por el mismo sistema de altoparlantes que de día anuncia las estaciones. Omar Sosa, el Máquina, repasa cada uno de los asientos, vagón por vagón. "Llevo 20 años acá, no cambio la noche por nada. Lo que más cuesta sacar son los grafitis pero lo venimos manteniendo bien", cuenta. Después cepillan los pisos y la parte exterior de la carrocería.
Eduardo Carretero es supervisor de Lavado, Alistamiento y Alineado. Fue boletero durante 18 años, pero cansado del contacto con el público cambió de sector hace tres meses. "Pegatinas tenemos todos los días. Bandas de música, promociones, cargo cartuchos y arreglo impresoras, clases de guitarra y bajo, computación, inglés, cuido niños, todos los rubros, esto es más poderoso que los clasificados", se ríe. El otro punto es el cambio de hábitos. "Hoy el desayuno ambulante es moneda corriente. Suben con el vasito de café, vuelcan la mitad y cuando el tren llega a Plaza de Mayo es una mugre porque le caminaron encima", se queja.
Alrededor de las 4 la cuadrilla de mantenimiento de vías finaliza su trabajo y es momento de despejar la traza. Desde el PCO llegan las indicaciones para distribuir los trenes en las estaciones en las que van a iniciar el servicio (largan varios a la vez). Antes de abrir cada estación se hace el último chequeo de funcionamiento de escaleras mecánicas, ascensores, sistema de audio y cartelería. Ya son las 5. El circuito vuelve a empezar. (Clarín)