15/08/14
El subte debe volver a ser prioridad
Volvió a hablarse en estos días de un nuevo aumento en la tarifa del subte. El Gobierno de la Ciudad, afortunadamente, anunció que daba marcha atrás.
Tal vez la decisión no sea sostenida por  demasiado tiempo. La experiencia desde que Macri se ha hecho cargo del subte no  permite ser demasiado optimistas. Sin embargo, me parece que debemos centrar la  discusión en torno del servicio de transporte subterráneo en otro plano.
      No es que considere que la política  tarifaria es poco importante. Más aún, considero que debería ser la opuesta: un  servicio subsidiado de forma tal de promocionar su uso en lugar de expulsar  pasajeros, como los números lo vienen mostrando. Pero el centro de la cuestión  tiene que radicar en los planes de expansión de la red.
      La Ciudad cuenta con un plan de transporte  subterráneo, que ha sucedido a los distintos gobiernos y es una auténtica  política de Estado. Mejor dicho: lo sería si se implementara. Este plan,  aprobado por la Ley 670 del año 2001 y sus modificatorias, establece la traza  de nuevas líneas de subte que permitirían a casi todos los porteños tener una  estación de subte a pocas cuadras de su casa.
      Cabe mencionar, por supuesto, que dicho  plan fue elaborado y aprobado hace más de diez años, cuando la Ciudad ni  siquiera tenía a su cargo la operación del subte. Un plan que si Macri hubiera  cumplido con la promesa de construir diez kilómetros por año estaría  concretado.
      Más allá de señalar falsas promesas,  simplemente hay que retomar el plan que la Ciudad tiene, hacerlo con  responsabilidad, planificar adecuadamente, estudiar las opciones de  financiamiento con mucho cuidado.
      La Ciudad se ha endeudado como nunca estos  años, y lo ha hecho en buena medida para financiar gasto corriente y obras  menores que deben hacerse cada año. Cuando se ha tomado deuda para el subte,  como en 2010, se lo hizo en condiciones más que gravosas: una tasa en dólares  del 12,5 por ciento, y el dinero se terminó de ejecutar recién en 2013.
      Las líneas F, G e I sumarían un total de  22 kilómetros y medio a la red actual. Apenas con la mitad del ritmo de  expansión prometido por Macri en 2007 se podrían finalizar en un solo mandato  de un jefe de Gobierno. Buenos Aires cuenta con los recursos: además del  porcentaje del cobro de patentes y ABL que históricamente se viene cobrando a  través de la Ley 23.514, la Ciudad destina al subte parte de la recaudación de  otros impuestos, como ingresos brutos, a partir de la sanción de la Ley 4472.
      Más allá de la demorada finalización de la  línea H, la construcción de la línea F, que recorre el eje de la avenida  Callao, permitiría mejorar la conectividad con toda la zona céntrica, que es la  de más afluencia de personas. El resto de las líneas permitiría que vecinos de  muchos barrios que hoy están fuera del trazado de la red pudieran acceder a un  servicio que contribuyen a sostener con sus impuestos, más allá de que no lo  puedan usar, y que les mejoraría sustancialmente la calidad de vida.
      Por supuesto, hay que apostar fuerte a la  renovación de las flotas (en más de seis años de gobierno del PRO, los únicos  coches cero kilómetro que circulan por la red fueron comprados por la Nación).  Pongámoslo en números: un vagón de subte nuevo cuesta aproximadamente un millón  y medio de dólares (el equivalente al 0,025 por ciento del presupuesto con que  cuenta la Ciudad). Si bien se ha iniciado la compra de nuevas unidades, debemos  aspirar razonablemente a que entre 2015 y 2019 se complete una renovación total  de la flota, dejando de lado políticas como comprar vagones con cuarenta años  de uso que en otros países tienen destino de chatarra.
      Las mejoras de conectividad realizadas en  base a carriles exclusivos para colectivos o la promoción de alternativas de  transporte como el uso de la bicicleta son un buen complemento de una política  de transporte, pero debemos darle un lugar central a la alternativa que  claramente es más rápida, que puede trasladar a un mayor número de personas y  que contamina menos. En definitiva, el subte debe volver a ser prioridad para  la Ciudad. (Pag. 12)
