26/08/13
Los subtes, en deuda con los usuarios
Dado  el tiempo transcurrido desde que empezaron los conflictos en los subterráneos  porteños, esta pelea interminable, cuyos éxitos parciales no satisfacen a  ninguno de los protagonistas -metrodelegados, Metrovías y gobierno de la  ciudad-, sí ha terminado por deparar una angustia constante a sus usuarios,  rehenes y víctimas involuntarios de la lucha ideológica de un sindicato que  entorpece la normalización del servicio, y que todos los días se preguntan si  podrán viajar sin demoras o interrupciones, y con un mínimo de confort y  seguridad.  En la ciudad de Buenos Aires,  la normalidad no existe bajo tierra. Puede haber pasado al olvido, por ejemplo,  la lucha para que permanecieran en funcionamiento los centenarios vagones de la  línea A, cuando la Nación le traspasó el subte a la Ciudad, en enero pasado,  pero las estrategias para que el servicio no funcione no han disminuido. Antes  de las recientes elecciones primarias, la discusión entre sindicalistas,  empresa y funcionarios se planteó sobre la seguridad o no (para empleados y  para el público) de las nuevas estaciones Echeverría y Rosas, de la línea B.  Después del 11 de agosto, los inconvenientes "técnicos" siguen a la  orden del día. Además, también empezó a debatirse cuánto duraría una vuelta  completa entre las estaciones Leandro N. Alem y Rosas, y si el tiempo total que  demanda ese nuevo recorrido estaba contemplado en el horario de trabajo. Para  evitar que se repitan situaciones como las mencionadas, es que el gobierno  porteño, que mantiene firme la intención de habilitar las nuevas estaciones San  José de Flores y San Pedrito en la línea A para fines de este mes o principios  de septiembre, pretende tener firmado con los metrodelegados un acuerdo para  operar los trenes como paso previo a la inauguración.  Mientras tanto, la extensión del subte E, que  está casi lista, deberá demorarse por lo menos hasta junio del año que viene,  es decir, casi dos años después de lo anunciado. Esta es la única obra que el  gobierno nacional aún lleva adelante en el subterráneo porteño y comprende las  tres estaciones que unirán Plaza de Mayo con Retiro. Pero todavía no se  licitaron la compra de vías ni el sistema de señales ni los ascensores ni las  escaleras mecánicas. Enfrentados en una especie de juego perverso, el gobierno  nacional alega que no es su obligación hacerlo porque la licitación de las vías  le corresponde al gobierno de Mauricio Macri, que hoy es responsable del subte,  mientras que, por su parte, la administración porteña sostiene que, cuando se  hizo el traspaso del servicio, la Nación se había comprometido a entregar la  extensión de la línea E "en plenas funciones". Como resultado de este  absurdo tironeo político se frenó el ritmo de la construcción.  Los sufridos usuarios dicen estar ya casi  acostumbrados a todo lo que pasa, aunque en un mismo día, como ocurrió el  miércoles de la semana pasada, hayan asistido al salto a las vías de la línea D  de un ex empleado que quiso de esa manera reclamar por su reincorporación, un  principio de incendio que interrumpió la línea C por casi una hora y un perro  vagabundo, en la B, que durante nueve estaciones fue escoltado por la formación  a velocidad mínima para no pisarlo. La noche del jueves pasado, sin embargo,  estalló la ira: un grupo de usuarios, indignados ante la demora de 90 minutos  para ir de Alem hasta Lacroze, por las ya reiteradas fallas técnicas, llegó  hasta romper las ventanillas de las boleterías.   En el momento del traspaso del servicio, desde estas columnas se expresó  el deseo de que todos los dirigentes políticos y sindicales pudieran demostrar  su capacidad para privilegiar a los usuarios, su seguridad y su calidad de vida  por encima de sus propios réditos políticos o ideológicos . Esto, sin embargo,  sigue siendo hasta ahora una deuda pendiente que el sindicato involucrado,  principal responsable, no parece dispuesto a honrar deponiendo su propio  interés en beneficio del bien común. (La Nación)
    
