08/03/13
El Primer Mundo llegó y viaja en subte, pero sólo entre Plaza de Mayo y Carabobo
Llegó la hora de creer o reventar. En una ciudad conocida mundialmente como un importante bastión del nihilismo, la insólita aparición de un subte moderno, limpio, con aire acondicionado, carteles sin desperfectos y una dulce voz femenina que anuncia las paradas desafió la inagotable capacidad de descreimiento que distingue a los porteños. Así, durante el histórico día del pleno funcionamiento de los impecables vagones chinos en la línea A , los usuarios dudaban entre emocionarse por la renovación y mantener bien alta la bandera del fastidio por el deprimente estado del resto de la red. Entrenados por una cultura nacional donde reinan las antinomias, algunos creyeron importante dejar claro que entregarse al confort oriental no implicaba traicionar la legítima queja por los vagones grafiteados, los pasillos sucios, las escaleras mecánicas que no funcionan y el feo olor que surge de más de una estación. "Vamos a ver qué pasa, pero hoy, el primer día, el subte tardó más de 8 minutos en llegar", criticó el jubilado Héctor Carnevale, a metros de una de las formaciones que costaron 100 millones de dólares. Más tarde, a la altura de Miserere, dos chicas recibían las ráfagas de aire fresco con una sonrisa que indicaba más desconcierto que regocijo. Y en otro de los coches, dos amigos mendocinos tocaban los asientos con la mezcla de sospecha y placer que en general se reserva a la hora de probar el colchón sobre el que se dormirá los próximos 10 años. Acostumbrados a sobrevivir de infortunio en infortunio, los habitantes de la ciudad se vieron obligados a disfrutar uno de los grandes logros de la imbatible combinación de vanguardia tecnológica y sabiduría tai chi. Y el impacto de semejante sorpresa fue tal que la evidencia del progreso intimidó a quienes no están habituados a pensar, imaginar o creer que el futuro está al alcance de la mano y puede ser mejor. "Me encanta cómo quedó la línea, pero al menos este viaje se bambolea mucho. Y las frenadas son bastante bruscas. Lo que no sé es cómo me voy a acostumbrar, porque cuando vengo al centro combino con la A y pasar de una línea de las viejas a ésta es como ir de un siglo a otro", confió Isabel Sabatini, doctora de 52 años, que viaja al microcentro dos veces por semana. Efectivamente, a esa misma hora, el progreso no había llegado a otras líneas, como por ejemplo la D. En las estaciones Carranza y Agüero de ese ramal, el subte se había detenido más tiempo de lo previsto. Al llegar a Pueyrredón, el chirrido de las vías interrumpía la lectura de El beso de la mujer araña que intentaba una adolescente, y a la salida un extranjero se preguntaba por qué no podía combinar con la línea H cuando el cartel electrónico lo invitaba a hacerlo. Como la inseguridad, el Primer Mundo también puede ser una sensación. Y ayer la sensación de que las cosas pueden ser diferentes sólo corría de Plaza de Mayo a Carabobo. Dentro de los nuevos vagones, distintas leyendas piden que el subte se cuide "entre todos". Y si algo reclamaban ayer los usuarios, era eso mismo, como si ningún milagro sobre ruedas fuera más poderoso que la desconfianza hacia los otros. "Los vagones están en muy buenas condiciones y todo se ve muy lindo; esperemos que dure y que la gente los cuide", señaló Julio César González, empleado de 27 años, camino a su trabajo. Menos optimista, Delia Cifuentes, de 62 años, se preguntó: "¿Cuánto va a durar esto? ¿Vos te creés que no los van a pintarrajear adentro y afuera? Si el subte está abandonado en todas las demás líneas, ¿por qué no va a pasar lo mismo con ésta?". -Bueno, vamos a ver. Yo empezaría a cuidarla por acá -dijo, y señaló al viejito que avanzaba por el pasillo para vender, a sólo $ 30, un kit de linternas, encendedores, lapiceras y resaltadores. El hombre llevaba unas zapatillas muy rotas, hacía varios días que no se afeitaba y miraba con ansiedad a un lado y a otro de la fila de asientos. Por un momento, su aparición recordó que hay mucho por hacer en el mundo adonde el aire acondicionado todavía no llega. Por suerte para él, entre el buen humor que llegaba de China y la cantidad de gente que viajaba, el hombre contó más de $ 150 en lo que duró el trayecto de una a otra parada. "Los vagones viejos eran muy lindos, pero se sacudían por todos lados -contó Elda Ana Postiglioni, profesora de matemáticas de 66 años-. Yo este verano tuve que dejar de hacer muchas cosas porque me rompí el brazo y no me sentía segura si viajaba en colectivo. Además, ¡tarda mucho! El subte es mejor, y ahora da gusto viajar por la A. Hay que decir la verdad, estos vagones son una belleza." Como Elda, dos estudiantes que subieron al subte en la estación Caballito no ocultaban su admiración ante las luces verdes y rojas made in China que indicaban dónde estábamos, de dónde venimos y adónde vamos. "Ahhh, ¡mirá! Ahora sí que no tenemos excusa, no vamos a poder decir más que nos perdimos", dijo uno. "Debe ser como en Europa, loco", respondió el otro. Como las ruedas de los coches chinos no se estrujan contra las vías, ahora las conversaciones y hasta el silencio se notan mucho más que en los viejos y tan ruidosos vagones belgas que desde hace dos meses pasaron a retiro. Quizás por eso uno de los dos estudiantes se arrimó al otro, preocupado de que los vecinos de viaje pudieran escuchar la franqueza de su asombro. Y ya cuando estuvo bien cerca de su amigo, dijo, entre risas: "Sí, esto es muy loco. Ahora sí que estamos en el Primer Mundo". El vendedor de linternas y lapiceras ofrecía lo suyo en un vagón lejano. Por primera vez en quién sabe cuánto tiempo, quienes subían al vagón les daban el paso a los que bajaban. No había empujones, ni caras largas, ni ladrones a la vista. Y cuando la dulce voz femenina del vagón anunció el final del recorrido, quizás alguno sintió que el Primer Mundo termina en Carabobo. (La Nación)