24/01/13
El PRO admitió que el cierre de la línea A generó un "incordio" para los usuarios
La línea A del subte, que estará paralizada hasta marzo, recién cumplió sus primeros diez días de inactividad, pero su ausencia en la movilidad porteña, obligó al jefe de Gabinete de la Ciudad, Horacio Rodríguez Larreta, a romper el silencio sobre la detención del servicio. Ayer, luego de festejar los primeros 100 kilómetros de bicisendas en cuatro años de gestión, el ministro coordinador de la gestión PRO buscó responder a las críticas de los usuarios que arrancaron el año sin subte, reconoció que la suspensión del servicio "genera un incordio en la gente" y les pidió a los usuarios "disculpas y paciencia". Las palabras del funcionario que lleva las riendas de la gestión del subte desde principios de año buscaron catalizar las escenas cotidianas de bronca de los usuarios, que estallaron en quejas y cuestionamientos desde el primer miércoles del año a lo largo de Avenida Rivadavia, desde Plaza de Mayo hasta la estación Carabobo, en el barrio de Flores. En ese tramo, durante el verano, la vieja línea A transporta 70 mil personas a diario y desde marzo, lleva el doble. Ese flujo de usuarios se corporizó en una sucesión de reclamos desde que no encontraron alternativas para remplazar la ausencia del subte en los barrios de Montserrat, Almagro, Caballito y Flores. En su lugar, tuvieron que sumarse a las 20 líneas de colectivos que viajan en recorridos similares a la línea A, pero con la dotación de verano que, en todos los casos, es sensiblemente menor al funcionamiento normal del año. "Estamos en vacaciones y hay menos servicios a disposición para aumentar la frecuencia", se justificó Larreta. Aunque antes de realizar ese sincericidio veraniego, sus funcionarios intentaron buscar mecanismos para ampliar la oferta de colectivos en esa zona. Su regulación y control depende del Ministerio del Interior y Transporte de la Nación que encabeza Florencio Randazzo, aunque el año pasado las dos cámaras del Congreso Nacional votaron una ley para transferirle al Estado porteño las seis líneas de subte y las 33 de colectivos que sólo recorren territorio porteño. En respuesta, la comuna aceptó recibir los trenes bajo tierra, pero se negó terminantemente a aceptar los colectivos. A pesar de esa negativa, el gobierno PRO habría deslizado la posibilidad de aumentar el flujo de colectivos para mitigar la falta del subte, durante la reunión que se realizó la semana pasada en la Casa Rosada, cuando Randazzo, convocó al gobierno porteño para evitar un nuevo aumento del boleto a 3,50 pesos. La respuesta de la Nación fue recordarle a la Ciudad que, sólo en 2012, desembolsó 1260 millones de pesos en subsidios federales a las 33 líneas de colectivos que la ley ya le transfirió al gobierno de la Ciudad desde el año pasado. La decisión del Estado Nacional, consiste en no poner un peso más para las líneas de colectivos, pero tampoco suspender el giro de esos 1260 millones durante este año. En esa ecuación, el gobierno nacional no solo recordó el peso político de esos subsidios, sino que en esa tensión radica la imposibilidad de incrementar esos desembolsos para equilibrar el desbarajuste de la línea A, con nuevos colectivos en verano. Esa coyuntura fue eludida por Larreta, quien se limitó a explicar que "no se puede aumentar la frecuencia de otros medios de transporte". "Estamos en período de vacaciones y así como hay menos gente viajando, hay menos servicios a disposición", subrayó el funcionario del PRO. Además, Rodríguez Larreta naturalizó este tipo de inconvenientes, sin mencionar la serie de recomendaciones que formularon expertos, ingenieros y los propios metrodelegados para demostrar que no era necesario detener la línea durante el largo período de dos meses. "Siempre que se hace una obra se genera un incordio. Nos pasa hoy en la 9 de Julio, nos pasó con el Metrobus en la Juan B. Justo, en la obra del Maldonado, en el bacheo que está haciendo el Ministerio de Espacio Público", justificó el premier y se puso al frente de los costos políticos que ya empezó a generar la parálisis, en una zona electoralmente muy sensible para el PRO. (Tiempo Argentino)