27/12/12
Vigilados: la tecnología registra cada vez más nuestros pasos
Para algunos, es una herramienta valiosa contra la inseguridad. Para otros, la evidencia de que vivimos en la era de Gran Hermano y que a cada paso que damos dejamos detrás una huella digital inapelable.
      En un reflejo de este debate, por primera vez la Cámara del Crimen tomó la  información registrada en la tarjeta SUBE como prueba para el procesamiento de  un hombre acusado de robar un teléfono celular en un colectivo. La noticia  puede ser positiva, pero encierra interrogantes que trascienden el caso. ¿Hasta  dónde llega el derecho del Estado a registrar los movimientos de los  ciudadanos? ¿Qué otras tecnologías de uso cotidiano conservan información que  sólo debería pertenecer a la esfera privada?
  "Cuando se impulsó la SUBE advertimos mucho sobre el hecho de que no  es anónima y que los datos están ligados a una persona, de la que puede  reconstruirse un patrón de movimiento. Cada vez que alguien toma un colectivo,  un subte o un tren queda registrado y esa información puede cruzarse con otra .  Están armando un sistema de vigilancia", dijo a LA NACION Beatriz Busaniche,  de la Fundación Vía Libre, que trabaja en la denuncia y preservación de los  derechos civiles en ámbitos en los que intervienen las nuevas tecnologías.
      Para Busaniche, la polémica sobre el uso de la información sobre la tarjeta  SUBE habría que analizarlo en un contexto singular. "Este Estado es  bastante invasivo en muchos aspectos, y ahora posee la información acerca de  cómo se mueven las personas. Esto les posibilita desarrollar un panóptico  general de la sociedad."Cuando el Gobierno anunció la tarjeta SUBE, hace  casi un año, las largas filas de personas que entregaban sus datos para obtener  el plástico monopolizaron la atención. También emergió la discusión sobre el  manejo de los subsidios que otorgó el Estado a las empresas concesionarias del  entramado de medios de transporte. La discusión sobre la gigantesca base de  datos que significaba quedó eclipsada.
      El Gobierno argumentó que la nominalidad de las tarjetas (un factor casi  único en el mundo) les permitiría producir mejor los subsidios de acuerdo con quienes  lo necesitaran realmente y que permitiría a quienes tomaran el transporte  público eventualmente rendir esos viajes en sus trabajos. Pero detrás de todo  esto subyacen las dudas acerca de quién tiene acceso a esos datos, para qué  pueden utilizarse y cómo funciona el control interno de esa información.
  "La privacidad es un derecho protegido por la Constitución Nacional y  es bastante problemático un sistema que asocia los datos a un DNI: eso vincula  la tarjeta a una persona y provee datos muy importantes, como el transporte que  usamos, lo cual permite armar un perfil de las personas", expresó Ramiro  Álvarez Ugarte, director del Área de Acceso a la Información de la Asociación  por los Derechos Civiles (ADC). "Lo peor es que por algún tiempo cualquier  persona podía acceder a la base de datos SUBE de una persona a través de  Internet con sólo introducir el número del plástico", añadió Álvarez  Ugarte. "El Gobierno esgrimió razones lógicas, pero más allá de eso  debería dar mayores argumentos", dijo.
      En realidad, resulta bastante habitual que todos proporcionemos sin  percatarnos datos personales que formarán parte de muchas bases de datos. Las  tarjetas de descuento de los supermercados, las de crédito y otros beneficios  son parte del mismo proceso. Incluso cuando alguien es fotografiado al ingresar  a un edificio consiente un dato que, según la ley 23.326 de protección de datos  personales, debería borrarse de los registros una vez que la persona abandona  el sitio (algo incomprobable en la mayoría de los casos).
      A poco de lanzar la SUBE, el grupo de hackers informáticos Anonymous  publicó una lista de personas con los recorridos que realizaban a diario para  demostrar las falencias del sistema. La Secretaría de Transporte, a cargo de  Florencio Randazzo, tomó cartas en el asunto y suprimió, entonces, el acceso  irrestricto a la base de datos del boleto electrónico, a la vez que suspendió  por irregularidades a la empresa inglesa encargada de controlar el sistema del  boleto electrónico tras una investigación periodística de LA NACION. "La  ley de protección de datos no se cumple tanto a nivel estatal como privado.  Pero si el Estado es el garante último del cumplimiento y no lo hace, ¿qué se  puede pedir al sector privado? Nuestra normativa, que es muy buena, exige que  cuando alguien arma una base de datos el dueño de esa información sigue siendo  el titular, y quienes administran esos datos deben informar para qué los  emplearán y, en todo caso, no deben conservarse para siempre", expresó  Busaniche.
      La causa judicial del comienzo de esta nota muestra (de manera positiva) el  poder de la información que encierra la tarjeta SUBE. La Sala IV de la Cámara  del Crimen imputó a Maximiliano Gastón Portalea, acusado de haberle sustraído  el celular a Antonella Leonor Mariel de Rosa, con quien viajaba en un interno  de la línea de colectivos 111. Portalea, que fue detenido poco después del robo  en la vía pública, negó haber viajado en ese vehículo. Pero la información  obtenida a partir de la tarjeta SUBE lo terminó de incriminar porque los jueces  confirmaron que había adquirido un pasaje de esa línea poco antes de ocurrido  el hecho.
  "Una cosa es la protección de datos a nivel digital, pero esto es como  encontrarle el boleto físico o el antiguo de papel; no veo que exista una  violación a la privacidad", dijo a LA NACION el fiscal general ante la  Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y Correccional de la Capital  Federal y miembro de la Comisión Técnica Asesora en Materia de Cibercrimen.
  "Algunos pensamos que esta base de datos podría ser mal utilizada,  pero, hasta ahora, no creo que haya sido así. Además, un supermercado tiene hoy  más datos que el registro nacional de las personas", expresó. Según el  fiscal, una cuestión central en estas políticas de seguridad de los datos  personales es que el usuario debe estar perfectamente notificado de que esos  registros existen, es decir, de que quedarán registrados sus movimientos.
  "Vamos a un ejemplo muy concreto: si una persona hace los mismos  viajes todos los días, pero una vez a la semana hace una visita cuyo  conocimiento por otros le sería inconveniente debe saber que la información  queda registrada; entonces en ese caso debería poder decidir libremente si para  ese viaje paga en efectivo, camina... o toma un taxi", dijo. Aquella idea  de la vigilancia, tan abordada por la literatura y el cine, ya no debería  tomarse como parte de la ficción
Del editor: qué significa. Si usted está leyendo esta nota por Internet, en su celular o en su tablet, tenga la seguridad de que alguien más lo sabe. Es el precio de la tecnología. (La Nación)
