17/07/12
Un empresario llevado a un papel protagónico
Desde  que la Ciudad rechazó el traspaso del subte que antes había firmado, el tema  fue constante foco de conflicto entre Cristina y Macri. Reproches de un lado y  victimización del otro. Y si bien los dos parecen sentirse cómodos en los  papeles que les toca jugar, en esta película hay un actor que intentó cumplir  un rol secundario. Aldo Benito Roggio, a cargo del manejo del servicio desde  1994 con la empresa Metrovías, intentó hacer equilibrio en medio de la pelea.  No pudo, o no lo dejaron.  Vale el repaso cronológico. En marzo Cristina  Kirchner le enrostró a Macri que el Estado nacional invertía en la Ciudad.  “Estamos haciendo la obra de subte más grande la historia de Buenos Aires”,  exageró la presidenta por la extensión de la línea E de Plaza de Mayo a Retiro.  Y recordó que los trabajos estaban a cargo del grupo Roggio .   Pero de bueno de la película, el empresario  pasó a villano en pocos días. Fue en mayo, cuando instó a Nación y Ciudad a  acordar el traspaso porque no tenía plata para cubrir las subas salariales que  se negociaba en las paritarias del subte. De Vido lo retó en una conferencia de  prensa. Repasó las ganancias de Metrovías y, sutilmente, recordó que el Grupo  Roggio es el principal contratista de obra pública del país.  Al día siguiente, y en medio de un paro de  subte de 36 horas, Metrovías cambió su postura y dijo que la paritaria sólo se  podía resolver con la presencia de la Ciudad en la mesa de negociaciones. La  plata que Metrovías decía no tener apareció y todo se emparchó con una suma  fija y el acuerdo para reabrir la paritaria en agosto. Y si bien el empresario  pensó haber caído en desgracia en el universo K, el Gobierno lo premió con el  manejo del tren Sarmiento, junto a Ferrovías y tras la rescisión del contrato a  TBA.  Fortalecido, Roggio movió ayer otra  ficha. El subte que era seguro cuando Macri denunciaba lo contrario dejó de serlo.  Menos trenes, peor servicio y más malhumor. A la búsqueda de que alguien pague  el costo político cada cual hace su juego. Sin lugar para equilibristas. (Clarín)
    
