25/03/21

 

 

COVID-19 no frena el tren subterráneo, el corazón de Londres

 

 

 

 

Cuando Londres se paralizó al decretarse un confinamiento por el coronavirus hace un año, el “underground” siguió funcionando por ser considerado un servicio esencial. Fue el inicio de una experiencia traumática para los empleados del tren subterráneo londinense.

Joseph Cocks, conductor de la Circle Line que hace un círculo en torno al centro de la ciudad, dijo que “podía contar con una mano la gente que se subía al tren” por esos días.

“Ver que no había nadie un lunes a la mañana en la hora pico fue estremecedor, sorprendente”, acotó respecto a una red inaugurada en 1863 y conocida por los londinenses como The Tube.

El que continuase funcionando fue una muestra de que, incluso en medio de una pandemia, el corazón de Londres seguía latiendo.

Plagas, incendios, guerras. Londres sobrevivió a todo eso. Pero nunca había tenido un año como este. El COVID-19 mató a más de 15.000 londinenses y estremeció los cimientos de una de las urbes más grandes del mundo.

En una ciudad en la que casi la mitad de los hogares no tienen auto, el transporte público mueve la economía y la vida social. Antes de que se decretase el confinamiento del 23 de marzo del 2020, unos 5 millones de personas viajaban en el Tube diariamente. El mapa de la red de trenes es un emblema de la ciudad y una herramienta vital para residentes y visitantes.

Al decretarse el confinamiento, la gente se quedó en casa, pero el tren siguió funcionando y cundió entre sus empleados el temor de contagiarse del virus.

“No sabíamos qué tan grave era el asunto”, dijo Cocks. “Uno escuchaba que empleados del underground se contagiaban. No sabíamos qué tan rápido se propagaba ni si estábamos a salvo”.

El COVID-19 golpeó con fuerza al servicio de transportes de Londres. Al menos 89 empleados del servicio fallecieron por el virus, la mayoría de ellos conductores de autobuses, cuya tasa de muertes es tres veces el promedio nacional, según el University College de Londres.

Aproximadamente un tercio de los empleados del servicio de transporte pertenece a una minoría étnica, en buena medida porque muchos habitantes de las antiguas colonias británica vinieron al Reino Unido después de la Segunda Guerra Mundial para reforzar una fuerza laboral reducida.

Brian Woodhead, director de los servicios al consumidor del underground, dice que la red se movilizó rápidamente para proteger al personal y a los pasajeros. El uso de tapabocas es obligatorio, abunda el desinfectante de manos, las agarraderas de las escaleras mecánicas son rociadas con rayos ultravioletas que matan el virus y un sistema de un solo sentido reduce la concentración de demasiada gente en los andenes. Los conductores de autobuses están aislados en cabinas.

“Dentro de las actuales circunstancias, creo que el Tube es seguro”, dijo Woodhead.

Acota que un estudio reciente del Imperial College de Londres, en el que se analizó la presencia del virus en las superficies y el aire del underground, no encontró nada.

Esto se debe en parte a personas como Ivelina Dimitrova, que suprevisa a 20 miembros del personal de limpieza de la estación King’s Cross. Ella y su gente, la mayoría inmigrantes de Europa oriental, Asia y África, rocían constantemente las superficies con desinfectantes para hospitales.

“Tuvimos que cambiar nuestra rutina de trabajo, que hacerlo más rápido” cuando llegó el virus, dijo Dimitrova. Agregó que les asustaba la posibilidad de contagiarse. “Ahora tenemos la moral alta porque hacemos lo que tenemos que hacer para no correr riesgos”.

Los pasajeros, que antes no reparaban en el personal de limpieza, ahora a veces se detienen y les agradecen.

La pandemia plantea dudas respecto al futuro de la red de trenes subterráneos más antigua del mundo. El Tube depende más que nada de la venta de pasajes y enfrenta hoy una crisis. La cantidad de pasajeros se redujo al 4% respecto a los niveles previos a la pandemia en los primeros momentos. Hoy es del 25% aproximadamente.

El gobierno sigue recomendando que todo aquel que pueda trabajar desde su casa, lo haga, y que tome el Tube solo en caso de una necesidad mayor.

Woodhead dijo que espera que la cantidad de pasajeros aumente, pero “no se sabe si subirá en 18 meses o en 36”.

La pandemia, es de notar, puede haber cambiado los hábitos de mucha gente y es posible que, una vez superado el virus, muchos sigan caminando y movilizándose en bicicletas.

El funcionario, de todos modos, está convencido de que el Tube será una parte esencial de la recuperación de Londres.

“Está demasiado insertado en la infraestructura de la ciudad y en la forma en que funciona Londres”, sostuvo. (sandiegouniontribune)

 

 

 


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