14/04/16
Europa slow: Viajar en tren, a bajo costo y con gran sabor
La partida es en París. A las 22, la Gare de Lyon está atestada de gente. Mochilas y bolsas de dormir cubren el piso. Mayormente, se trata de jóvenes, pero también hay parejas maduras y familias; la atmósfera es alegre y festiva. Algunos tocan la guitarra y otros juegan a las cartas. Todos esperan que den las 23, cuando será definitivamente la hora de subir a bordo del París- Amsterdam, uno de los trenes más queridos por los mochileros, viajeros que parten al descubrimiento de Europa con el mítico pasaje Interrail. Un pase que, como un abono, permite subir y bajar libremente de los trenes de la zona de Europa que se haya elegido con anticipación, para visitar, a paso lento, lugares diversos y realizar una experiencia única.
Entre los tramos preferidos está el ferrocarril de Bergen, un itinerario fascinante que atraviesa Noruega y en siete horas de viaje lleva de hasta Oslo, pasando por las ciudadelas de Voss, Myrdal y Finse: 480 kilómetros, 200 galerías y más de 300 puentes. Es el ferrocarril más alto del norte de Europa, con subidas y bajadas tan abruptas que hacen que se necesiten cinco sistemas de frenado en las locomotoras. La altura mayor se alcanza en Finse, 1.222 metros sobre el nivel del mar. Y mientras el tren se desliza a toda velocidad, más allá de las ventanillas se aprecia un escenario encantador que no se olvidará fácilmente: fiordos, glaciares y cimas nevadas ceden el paso a praderas, torrentes y bosques, animados sólo por la naturaleza salvaje. Se verán ríos que cortan gargantas, cascadas, montañas y granjas.
Siguiendo en el norte de Europa, atraviesa Suecia el Inlandsbanan, fascinante tren panorámico que en catorce horas recorre nada menos que 1.300 kilómetros desde Kristinehamn, en el sur, a Gällivare, en el norte. Es un viaje para descubrir la espléndida campiña sueca, desde la provincia de Värmland hasta la de Laponia, pasando por Dalarna y una veintena de pueblitos característicos, donde vale la pena detenerse para conocer las tradiciones locales y saborear las especialidades del lugar, como elcamemoro (una deliciosa frambuesa ártica), el lavareto o farra (pez blanco de agua dulce) y el reno.
La cita, en todo el país, es el 24 y el 25 de junio con el Midsommar, el Festival de Verano, dos días de festejos por la llegada de la estación cálida: bailan, cantan y almuerzan todos juntos bebiendo snaps -el típico aguardiente aromático sueco- y engullendo grandes cantidades de sill, arenques marinados servidos con papas nuevas, ciboulette y crema ácida.
Si en cambio lo que interesa es la naturaleza, se sugiere subir a bordo del Golden Pass, el tren panorámico que conecta el centro de Suiza con el lago de Ginebra. El punto de partida es la histórica Lucerna, y cruzando el vado del Brünig, el tren continúa hacia Gstaad, antes de descender hacia Montreux: aquí se pasa a través de las terrazas vitícolas de Lavaux, la zona vinícola más grande de Suiza, patrimonio mundial de la Unesco, luego se llega al lago de Ginebra.
Para quien tenga tiempo de hacer excursiones, el consejo es visitar el puente Kapellbrücke, un puente peatonal cubierto, construido íntegramente en madera en el siglo XIV. Pero también treparse en la cima hasta el Castillo de Chillon, una fortaleza dotada de frescos, imponentes bóvedas y salas suntuosas. Y para los golosos, en Montreux está el famoso tren del chocolate, que lleva a dos metas de culto: la espléndida ciudadela de Gruyère, donde descubrir todos los sabores del queso suizo, y Broc, la capital del chocolate. Quien prefiera la veta artística podrá llegarse hasta Basilea, porque del 16 al 19 de junio se lleva acabo allí la famosa Art Basel, una muestra de arte contemporáneo entre las más importantes del mundo, con decenas de artistas y numerosas novedades sobre las vanguardias.
Hansel y Gretel
En Alemania, viaja entre montañas recubiertas de coníferas el Badische Schwarzwaldbahn, el ferrocarril de la Selva Negra, en plena región de Baden-Württemberg. Con un recorrido de 150 kilómetros, el tren atraviesa algunos de los paisajes más escenográficos de Europa, entre pinares y paredes rocosas. Desde Offenburg, se deja atrás la vida urbana por campos herbosos, aldeas al estilo de Hansel y Gretel y bosques de un verde impoluto. Se pasa por la romántica ciudadela de Hornberg, con sus casitas de techos rojos a dos aguas. De Donaueschingen se llega a Singen, hasta las orillas del Lago de Constanza. Pero la región de Baden-Württenbert es sobre todo un destino gourmet. Para una pausa sabrosa conviene detenerse en el Burg Homberg, un restaurante característico construido entre los muros de una antigua fortaleza, donde se pueden saborear los quesos del Kaisersthul, la sopa Gaisburger -hecha de caldo con apio y perejil, entre otras verduras, y pasta rellena de carne- y los mejores vinos de la región. Merecen especial mención los espárragos blancos, de los cuales la región es la mayor productora.
Para no perdérselo. (BAE)