13/07/15
El Tren Azul, un lujoso hotel sobre rieles que une Pretoria con Ciudad del Cabo
Los pasajeros del mítico Orient-Express, que unía París con Estambul, eran el rey Leopoldo de Bélgica, un viajero frecuente; la bailarina Mata Hari, una espía solapada; actrices como Eleonara Duse y Sarah Bernhart y el "gran controlador de armas "Basil Zakaroff.
Aquellos personajes de la nobleza y el dolce far niente, en nada se parecen a los actuales viajeros del Tren Azul, que abordan estos lujosos palacios para ir hacia la salvaje naturaleza del continente negro, sin pensar en misterios ni tejer intrigas. Solo los une el poder del dinero.
En la estación de Pretoria, capital administrativa del país, el Tren Azul parte a media mañana. Es el más grande de los dos que están operando, el que puede albergar a 74 viajeros en 36 suites de lujo. En las escaleras de acceso jóvenes uniformados reciben sonrientes a los huéspedes.
Ellos sienten placer porque su habitación viaja con ellos y las maletas no se moverán hasta el final del viaje. Tampoco visten ropa lujosa como los viajeros de 1883; llevan mochilas, zapatillas cómodas y pantalones largo. Acordes con el moderno escenario del siglo XXI.
Saben que difícilmente haya un crimen a bordo, pero tienen la certeza de ir hacia una gran aventura que los llevará hasta las fincas vitivinícolas de Paarl, cuna de los vinos que reconfortaron el dañado espíritu de Napoleón durante su exilio en Santa Helena.
Y que recorrerán el Pequeño Karoo, la meseta semidesértica que se cree que estuvo bajo el agua, porque allí se encontraron fósiles de conchas y también pinturas rupestres de la cultura mitológica San, con forma de sirenas, que han hecho que los arqueólogos se pregunten si este pueblo conoció a las sirenas.
Cuando el tren llega a la estación Kleinstraat se inicia un safari hacia la Reserva de Aquila, la reserva de caza más cercana a Ciudad del Cabo, hábitat de la "Aquila", el Aguila Negra en peligro de extinción.
Acompañados por un guía, los expedicionarios suben al vehículo descubierto que los acercará a lo mejor de Africa.
Es momento del encuentro con los Cinco Grandes: elefantes, búfalos, leones, leopardos y rinocerontes y de las 170 especies de aves que viven en humedales.
Y en Kimberley, la capital del Cabo del Norte, los huéspedes del Tren Azul visitan el Gran Agujero (Big Hole), el pródigo yacimiento de la ciudad minera.
Se trata de la excavación más grande del mundo hecha a mano por el hombre, entre 1871 y 1914, usando solo picos y palas. Los llamados Campos de Diamantes ocupan 17 hectáreas y su profundidad es de 215 metros.
Las montañas de Drakenstein son otro de los bellos paisajes por los que transita el lujoso Tren Azul.
Además de estas rutas, el tren se reserva como chárter para ir al Parque Nacional de Pilanesberg, que está en el cráter de un volcán extinguido hace millones de años.
Allí se oye el trino de los pájaros, se ve el andar liviano de las manadas de antílopes, cebras y jirafas, divierten las gracias de los monos y se escucha el rugido de leones y el lento andar de los elefantes.
Para no dejar nada librado al azar, los diseñadores de estos trenes idearon un mecanismo de frenos para que el andar de los coches sea suave. Una sugerencia: ver los arreboles coloridos del amanecer, o del ocaso, desde el coche trasero, totalmente vidriado. (La Nueva)