23/06/14
Tres historias Canadienses
1 WILLIAM VAN HORNE
El 28 de junio de 1886 pasó a ser un día memorable en la historia ferroviaria de Canadá: ese día, el tren llamado “Expreso del Pacífico”, que había partido de Montreal -en la costa Atlántica-, luego de recorrer casi 5.000 kilómetros, llegó a Vancouver, en el borde del Pacífico, atravesando por primera vez el país de Este a Oeste. Tardó 139 horas, arribando a destino con ¡un minuto de atraso!
Un visionario, fanático de este medio de transporte, William Van Horne, fue el responsable de la concreción de ese ambicioso proyecto. Había nacido en Estados Unidos en 1843 y allí comenzó su carrera como operador de telégrafo primero y como técnico ferroviario después. En 1882, a los 39 años, se trasladó a Canadá para asumir el cargo de Gerente General de la Canadian Pacific, empresa estatal de la que posteriormente sería su presidente durante 10 años
Su amor y entusiasmo por el tren y su inigualable capacidad ejecutiva, dejó una impronta indeleble en ese país, donde logró integrar el sistema de transporte expreso de carga y correspondencia con el de telégrafo. Horne, un hombre que soñaba sueños de quimera, se destacaba por su aptitud para llevar a feliz término emprendimientos que parecían irrealizables. Precisamente, como imposible se calificaba, en aquellos tiempos, el proyecto de un ferrocarril transcontinental en ese ancho país del norte. Atravesar las Montañas Rocosas superando alturas de hasta 1.600 metros con taludes de fuertes pendientes, bordear lagos y glaciares, cruzar ríos caudalosos plagados de rápidos lo mismo que miles de kilómetros de terrenos pantanosos, soportar inundaciones, construir puentes y túneles en curvas, abrirse paso utilizando explosivos, movilizar 12.000 hombres, 5.000 caballos y 300 equipos de trineos tirados por perros, combatir epidemias, minimizar los accidentes de trabajo…, fueron algunos de los desafíos que debió enfrentar y resolver. Otro contratiempo, imprevisto e infrecuente, fue convencer al Jefe de los Pies Negros -desmembramiento de los Pieles Rojas- que se oponía duramente a la ocupación de terrenos que controlaba su tribu. Nada de eso se opuso a su firme voluntad de realizar una obra de semejante envergadura la cual, una vez concluida, fue considerada una impecable hazaña de ingeniería y voluntad política de un país que, a su complicada topografía, por entonces agregaba una escasa población y limitados recursos.
Hoy es un ícono indiscutible del desarrollo canadiense, decisivo en el aumento de los asentamientos humanos establecidos en una franja de unos 300 km de ancho, que corre paralela al límite con los EE.UU. entre el Atlántico y el Pacífico. También resulta importante en la economía del país ya que en los últimos años ha producido centenares de millones de dólares de beneficio.
Van Horne fue, además, Gobernador de la Universidad Mc Gill, hasta 1915, año de su muerte. En la actualidad una Escuela Elemental de Vancouver lleva su nombre y 6 de las principales ciudades canadienses tienen calles que lo recuerdan. En 1999 su apellido fue inscripto en el Salón de la Fama de América del Norte.
William Van Horne, artífice de esta proeza y enamorado de las incomparables hermosuras de las Montañas Rocosas, repetía constantemente: “Si no podemos exportar nuestros escenarios naturales, importemos los turistas”.
Viajeros de todo el mundo siguieron sus consejos. También nosotros
El 28 de junio de 1886 pasó a ser un día memorable en la historia ferroviaria de Canadá: ese día, el tren llamado “Expreso del Pacífico”, que había partido de Montreal, luego de recorrer casi 5.000 kilómetros, llegó a Vancouver, en el borde del Pacífico, atravesando por primera vez el país de Este a Oeste. Tardó 139 horas, arribando a destino con ¡un minuto de atraso!
William Van Horne, había nacido en Estados Unidos en 1843 y allí comenzó su carrera como operador de telégrafo primero y como técnico ferroviario después. En 1882, a los 39 años, se trasladó a Canadá para asumir el cargo de Gerente General de la Canadian Pacific, empresa estatal de la que posteriormente sería su presidente durante 10 años
2 NOSOTROS
Al final del S.XX, el gobierno canadiense diseñó un viaje especial en tren que llamó “The Rocky Mountaineer” (El Montañez de las Rocosas), cuyo primer recorrido, efectuado en 1990, partía de Vancouver y terminaba en Cálgary (Alberta), 7 días después, luego de pasar por Kamloops, Jasper y Banff. Más tarde se agregaron otros dos recorridos, que se bautizaron como “Viaje entre las Nubes” y “La Ruta del Oro”. El propósito era mostrar las bellezas de esta región, El Montañez de las Rocosas no es solo un viaje en tren, sino una experiencia espectacular que une magníficos escenarios, interesantes historias y valiosos contactos con gente de orígenes diversos. Transcurre entre montañas, lagos y glaciares formados hace milenios, que generaron una escenografía de las más exquisitas de Canadá. Pero la particularidad más importante de este viaje es que esos exuberantes paisajes naturales se pueden contemplar en toda su amplitud desde este Tren Panorámico de 2 pisos cuyos laterales y techo superior están confeccionados con material transparente, lo que permite al pasajero tener una visión global del exterior.
La Columbia Británica (C.B.) no ha sido gratuitamente llamada “sobrenatural”. Es la provincia más grande del país y la más atractiva desde el punto de vista de la belleza de sus escenarios naturales integrados por ríos serpenteantes y caudalosos, idílicos lagos de espejadas aguas color esmeralda, tupidos montes de abetos y otras especies arbóreas que en otoño se convierten en un paisaje multicolor alucinante, imponentes glaciares atrapados entre montañas escarpadas de cimas permanentemente nevadas y abundante vida silvestre con una fauna típica de región. Y lo más espectacular: el “Camino Parque de los Campos de Hielo de Columbia”, una ruta de 230km, también llamada “Paseo de los Glaciares”, considerado uno de los caminos más atractivos del mundo.
Buena parte de este viaje de 7 días se desarrolla dentro de los Parques Nacionales Jasper y Banff, que incluyen las ciudades del mismo nombre las que, con su atmósfera alpina, se han convertido en las joyas más preciadas de las Montañas Rocosas.
Por su excelencia, este emprendimiento mereció en diversas oportunidades el “Premio a la Experiencia de Viaje por Tren, Líder del mundo”.
Pasamos nuestra primera noche en Kamloops, ciudad de montaña pequeña y acogedora, desarrollada en el confluencia de dos ríos. Recorrimos sus calles acompañados por un residente quien nos ilustró sobre su origen, historia, climas, monumentos, etc.
Al llegar frente a un robusto edificio se detuvo más que ante otros. “Hoy es la Casa de Justicia de Kamloops, pero originalmente era una prisión. Aquí fue encarcelado varias veces el famoso Billy Miner. ¿Conocen su historia?”. Ante nuestra negativa respuesta, nos hizo un extenso relato sobre este extraño personaje, relato que aquí transcribimos tal cual fue grabado.
3 BILLY MINER
La historia de Billy Miner está ligada a los ferrocarriles canadienses y llena de efectos escénicos, robos, cárceles, huidas, asociaciones ilícitas y más de 35 años discontinuos de prisión.
Todo comenzó en 1847 en el pueblo de Bowling Green, Kentucky, USA, donde nació y fue bautizado con el nombre de William A. Miner. Dejó la escuela a los 16 años y realizó una breve carrera como jinete de ponis. Pronto decidió que era más beneficioso robar diligencias que montar a caballo. A los 17 años, él y un compinche abordaron una diligencia de la Wells Fargo Express y escaparon con 75.000 dólares. Así comenzó la trayectoria delictiva de Billy Miner.
Pero la vida no fue fácil para él. Lo apresaron muchas veces y en 1902, a los 54 años, finalmente fue liberado de su último largo encierro. En esos tiempos el tren había reemplazado a la diligencia para transportar caudales, oro, valores y mercancías. En 1903 realizó su primer asalto a un tren en Oregón, USA. No fue un robo exitoso y decidió abandonar EE.UU. y trasladarse a Canadá donde vivió en la granja de uno de sus hermanos, en la Columbia Británica. Fue allí done conoció a William “El Enano” Dum, un explorador de minerales de la zona. Su amistad creció rápidamente y el 10 de septiembre de 1904 hicieron historia: lograron detener un tren por primera vez en Canadá. Fue en Silverdale, (C.B.). De allí se alzaron con 7.000 dólares en oro, 1.000 en moneda y 80.000 en bonos del Estado.
El 8 de mayo de 1906, Billy, El Enano Dum y su nuevo secuaz, Louis Colquhoun, intentaron asaltar otro tren. Se apostaron en el mojón 111,3, cerca de la actual estación de Monte Creek, 22 km al este de Kamloops, y a tiro de pistola subieron al tren de la Canadian Pacific que se dirigía a Vancouver. Sin embargo, debido a un cambio en la programación, el tren que esperaban robar había sido demorado, de modo que sólo se apoderaron de 15 dólares y un puñado de píldoras medicinales.
La Canadian Pacific, conjuntamente con los gobiernos Federal y Provincial, pusieron avisos ofreciendo una recompensa de 11.500 dólares por su captura, vivo o muerto.
Su suerte fue de mal en peor cuando sus caballos se escaparon del campo una noche, obligándolos a continuar su huida a pié. Muy pronto fueron alcanzados mientras almorzaban en su tienda de campaña. Ellos declararon que eran exploradores mineros y casi logran salvarse, pero El Enano, preso de pánico, abrió fuego. Rápidamente, la policía los redujo y todos fueron apresados y llevados a la cárcel de Kamloops -donde estamos escuchando y grabando esta narración-, hoy Casa de la Corte.
El 1º de junio de 1906, Billy Miner fue sentenciado a cadena perpetua y enviado a la penitenciaría de New Westminster, Columbia Británica, de la cual, obviamente, escapó a las pocas semanas. Detenido por última vez, se lo encerró en el presidio estatal de Georgia, donde debía cumplir una sentencia de 25 años, de los cuales únicamente cumplió dos, pues allí murió el 2 de septiembre de 1913. Un día después, el periódico local escribió: “... esta escapada del presidio de Georgia es la cuarta de su vida, esta vez acompañado por los ángeles de la muerte”.
Al día siguiente, el Montañez de las Rocosas habría de conducirnos a los Parques Nacionales Jasper y Banff, cuyo singular encanto es parte de otra historia. (El Día)