08/04/13
Orvieto y los túneles del tiempo
La ciudad de Umbría corona la cima de una saliente de toba volcánica y descansa sobre un laberinto de antiguas grutas
Desde la autopista que une Roma con Florencia, un paisaje fuera de lo normal absorbe la mirada.
Un enorme bloque de roca volcánica salta de los verdes casi sin preaviso, con paredes verticales en naranja y terracota que se alzan formando una meseta. Se ve a lo lejos, pero cautiva. Sobre esa terraza natural y amurallada se posa un pueblo medieval con casi tres mil años de historia.
El impulso es instantáneo. Llegar hasta arriba es casi un deber para cualquier viajero.
Hay dos formas de subir: en funicular o auto. La primera cuesta un euro y sale junto a la estación ferroviaria, en Orvieto Scalo, pueblo en la base y con oferta de alojamiento más económica. En auto se puede subir la colina hasta un estacionamiento debajo de la ciudad histórica. Desde allí, una cadena de escaleras mecánicas en ascenso va penetrando la toba volcánica hasta llegar a la ciudad.
Como en un túnel del tiempo voy recorriendo en sentido diagonal el trayecto a la superficie, hasta que asomo como un topo a la añosa ciudad de Orvieto. La primera sensación que arroja es la de estar en una isla flotante, más cerca del cielo que de la tierra. Hay algunos autos de residentes, y también un bus que conduce hasta el Duomo, para los remolones. Pero Orvieto es un pueblo pequeño y el encanto es caminarlo para saborearlo a pleno. Hay que asomarse por los límites acantilados sobre campiñas en miniatura; recorrer las angostas callejuelas; apreciar las casas de tejas gastadas, construidas en piedra o ladrillos de tufo volcánico, o encontrar rincones donde el silencio permite escuchar el ruido de los propios pasos. Orvieto es de esas ciudades que dan ganas de volver antes de haberse ido.
No hay tumulto de turistas, si bien el pueblo nos espera con sus artesanías de cerámica en las vidrieras. Vajilla y cientos de adornos en colores vivos quieren irse a casa como suvenir de la región de Umbría.
Afortunadamente, la mercadería for export no invadió la ciudad ni reemplazó los comercios para la vida cotidiana. Hay mercaditos, farmacias, mercerías y hasta un zapatero reparando calzado. Orvieto todavía vive y late como antaño.
La catedral gótica
En Corso Cavour, la avenida principal, se salpican también casas de marca, tavernas, cafés y alojamientos. Pero todo turista sabe que debe doblar en la Vía del Duomo, porque allí está uno de los íconos, la catedral.
Es considerada una de las obras más grandiosas de la arquitectura medieval italiana. De estilo gótico, es célebre por su fachada, que brilla con mosaicos dorados y de colores, y las increíbles esculturas que revisten sus altísimas paredes.
Los visitantes nos tomamos el tiempo para admirarla. Algunos se alejan para fotografiarla entera. Otros se acercan para ver en detalle esas paredes que albergan miles de cuerpos asomados en relieve. No sólo es increíble. Paraliza pensar cómo, ocho siglos atrás, la fe pudo sortear más de cien metros de piedra en altura, burlándose de las barreras naturales de la geografía.
La entrada cuesta 3 euros y ofrece conocer dos extraordinarias obras del renacimiento italiano: Condenados del Juicio Final, del artista Luca Signorelli, y Jesucristo juez con ángeles y profetas, de Beato Angélico.
Orvieto fue poderosa y la catedral es una de esas huellas. En los siglos XIII y XIV, los de máximo esplendor, fue una de las ciudades más importantes de la península italiana, potencia militar indiscutible y con más habitantes que Roma (30.000). Aquí se coronaron reyes (Luis IX de Francia), papas (Martín IV) y se proclamó la tercera cruzada.
También fue inexpugnable, aunque en la actualidad ingresen un millón de turistas al año. Recorren los museos, saborean el vino y el café, la enorme variedad de quesos y fiambres, visitan el Pozzo di San Patrizio construido para albergar agua, o caminan por la Vía Garibaldi, repleta de tiendas.
Para tener un pantallazo aéreo de Orvieto, se puede subir a la Torre del Moro, un campanario con vista a 360°. La entrada cuesta 2,80 euros, que los toma amablemente una señora detrás de un modesto escritorio de madera. "¿Scale o evelator?", pregunta, y me muestra el camino para las dos opciones. Me río ante una decisión casi obvia. Ella también se ríe, pero advierte que el último trayecto es únicamente por escalera. La vista lo vale.
Los curiosos pueden ir más allá de los muros. Algunas fronteras de Orvieto tienen disimulados escapes, que permiten ir bordeando la ciudad por fuera de la muralla, sobre veredas que envuelven el acantilado. Toma algo más de una hora circunvalar el pueblo entero a través de este sendero, que tiene cinco entradas. En el paseo, sólo me cruzo con dos residentes en su diaria caminata deportiva. Orvieto tiene 20.000 habitantes, cada vez menos.
Pero tal vez lo más increíble de este lugar es imperceptible a simple vista. Porque está bajo tierra, o más bien, en la toba volcánica.
Para ello hay que tomar la excursión Orvieto Underground (5 euros), que penetra en la ciudad subterránea, donde habitaron los etruscos desde el siglo VIII a.C. Perseguimos en grupo a la guía por pasillos y escaleras que suben y bajan talladas en la propia toba. Su origen, nos explica, estuvo en el temor de los etruscos a una invasión romana. Las grutas descubren entretelones pasados y nos remontan cual túnel del tiempo a un lejano pasado, que ahora retratamos con iPads y teléfonos celulares.
¿Cómo llegar?
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En tren desde Roma Termini (o Florencia) hasta la estación de Orvieto Scalo. El viaje dura una hora y el ticket cuesta entre 8 y 14 euros. Desde la estación ferroviaria se debe tomar el funicular. Cuesta tan sólo un euro y el mismo ticket permite abordar, en la cima, un colectivo que conduce directamente hasta el Duomo. En auto se debe subir hasta el estacionamiento subterráneo y seguir en ascenso por escaleras mecánicas.
¿Dónde dormir?
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Hotel Picchio.
Desde 50 euros, muy cerca del funicular en Orvieto Scalo. www.hotelpicchio.it
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Hotel Maitani
Desde 80 euros la habitación simple, 130 la doble. Frente al Duomo, Orvieto .www.hotelmaitani.com
La Badía.
Este castillo medieval fue un monasterio. Hoy es hotel rodeado de campos con vista privilegiada hacia Orvieto, pero requiere de auto para moverse. Desde 110 euros la habitación simple. www.labadiahotel.it (La Nación)