25/10/13

 

Los anuncios pasan pero el riesgo no

 

Cuando Florencio Randazzo anunció la decisión de estatizar totalmente el Sarmiento hizo una demostración de autonomía inédita en el gabinete kirchnerista. Su manifestación de independencia también fue otro desaire a Amado Boudou, un vicepresidente a cargo del Poder Ejecutivo que se ha convertido para el oficialismo en una carga muy difícil de llevar.

Sea como fuere, Randazzo trató de tomar la iniciativa política en una cuestión en la que la responsabilidad gubernamental es de una obviedad contundente. Y que toda la catarata de declaraciones que se sucedieron después de cada accidente –el tercero grave en los últimos 20 meses– no sirvió para mejorar aunque sea mínimamente los servicios ferroviarios.

Existe un conflicto evidente con la visión sindical de la cuestión. Habría que concederle a Randazzo cierta dosis de razón cuando sostiene que el problema estaría también radicado allí y que es necesario encararlo con decisión.

El ministro ilustró la situación de esta manera: “En el Sarmiento hay un problema político. Lo resuelvo, y si no puedo, y me tengo que ir, me voy”.

El “problema político”, en este caso, no se sabe si está vinculado a la resistencia gremial, a los concesionarios o ambas cosas a la vez.

La estatización del Sarmiento deja a Roggio fuera de esa línea, pero mantiene otras concesiones en los ferrocarriles. Apartada ese empresa, la cuestión se focaliza con el gremio de los maquinistas. La situación del motorman que conducía el tren que chocó y se trepó al andén el sábado parece cada vez más comprometida.

La política ferroviaria en la década kirchnerista ha demostrado su fracaso. Los servicios siguen siendo lamentables y el nivel de prestación es, en algunos casos, vergonzoso.

Randazzo mutó de ministro del Interior a ministro de Transporte súbitamente. Existe un secretario de Transporte que, teóricamente, debiera ocuparse de la cuestión, pero está enfrentado con su jefe y sigue respondiendo políticamente a Julio De Vido, que fue quien lo nombró luego de que Juan Pablo Schiavi fuera destituido después de la tragedia de Once, en 2012.

A pesar de los golpes de efecto y de los anuncios reiterados de que se ponía en marcha una revolución ferroviaria, todo siguió de mal en peor. Está claro que una cuestión de esta envergadura no puede solucionarse de la noche a la mañana. Lo que está claro también es que no existe una política que encare el problema de una manera eficaz y sostenida.

Y lo que sí está claro es que hace tiempo se llegó a una situación límite que permitió que el servicio ferroviario, imprescindible para los usuarios, haya entrado en una precariedad que asusta y con razón.

El efecto de los anuncios pasa rápido y el riesgo de los pasajeros se mantiene. (Clarín)


 

 

 


Última actualización Viernes 25-Oct-2013 ---- info@puntaderieles.com.ar / info_punta_de_rieles@yahoo.com.ar